viernes 19 de abril, 2024
  • 8 am

La columna infiltrada

Perversa ingeniería financiera

La semana pasada extraíamos pasajes del libro Gobierno Mundial y el fin del mundo, de Jorge Márquez, hoy intentamos ampliar un poco más lo que significa, para algunos, el Nuevo Orden Mundial.
“Tendremos un nuevo orden mundial, guste o no. La única duda es saber si lo crearemos por consentimiento o por la fuerza”.
La sentencia del acápite fue expresada por el banquero Paul Warburg, el 17 de febrero de 1950 al dirigir su discurso ante el Comité de Relaciones Exteriores del Senado de los EEUU. De origen alemán, Warburg representaba oficialmente a la Banca Rothschild. En décadas anteriores había sido enviado a Europa para promover, entre otras cuestiones, la creación de la Reserva Federal de los Estados Unidos (FED). Un banco central de carácter privado, con propietarios anónimos. Así surgió esta entidad “privada” entre gallos y media noche, el 23 de diciembre de 1913 a espaldas de gran parte de los legisladores estadounidenses que estaban disfrutando ya de sus licencias de fin de año. Para aprobar su creación se fraguó una convocatoria de fuerza mayor a fin de reunir al cuerpo legislativo en carácter de urgencia.
El negocio del papel moneda
En vísperas de la Navidad, echaron mano de este ardid constitucional. El mismo preveía la posibilidad de realizar dicha convocatoria en casos excepcionales de Estado, pasando por alto la voluntad del grupo mayoritario de representantes que, con anterioridad, ya había votado contra esa propuesta llamada Ley Aldrich. La nueva ley se promulgó entonces, en ausencia de una importante cantidad de senadores, tras realizar algunos cambios cosméticos a la propuesta que ya había sido rechazada. Se trataba de otro proyecto denominada Glass-Owen, pero con un diseño tal que funcionaba básicamente igual al anterior. Ambos proyectos hablaban de lo mismo: el control financiero privado, que despojaba al pueblo y al gobierno del control efectivo sobre el dinero público.
Veamos las consecuencias inmediatas y la estafa detrás del logro de un banco central privado que produce billetes y los presta con intereses. Cada dólar impreso tiene el valor de un dólar y no más. Al ser prestado con intereses por la Reserva Federal, surge la siguiente pregunta: ¿Con qué billetes se pagan los intereses si cada billete que se emitió cubre solo ese valor? La respuesta es obvia: no hay billetes para pagar. Con cada préstamo la deuda se agranda y nunca dejará de crecer; con lo cual jamás habrá posibilidad de saldarla. Pues para liquidar esa deuda hace falta emitir más billetes que a su vez son prestados con nuevos intereses. Entonces la ecuación resulta imposible de cerrar. Por esta razón, desde 1913 la deuda de EE.UU no paró de crecer.
En resumida cuentas. La Reserva Federal de los Estados Unidos no pertenece en todo el sentido de la palabra, como literalmente su nombre lo indica, al gran país del norte. Como alguien dijera: “es tan federal como Federal Express”. Tampoco su existencia se debe al noble propósito de salvaguardar los intereses de los norteamericanos, sino a cargarlos con deudas impagables. Es una corporación privada perteneciente a una serie de individuos, que en algunos casos no son nativos de EEUU (hay socios que no son siquiera ciudadanos de ese país, ni nacieron allí, son de Europa o Japón,) cuyo principal objetivo es defender sus propios intereses a fin de dominar el poder económico más allá de las fronteras estadounidenses. Sus intereses no son precisamente nacionalistas sino, por el contrario, individualistas, y están centrados en proyectar sus ambiciones personales a nivel mundial.
Todo lo expuesto anteriormente es solo una pequeña muestra de la fragilidad en la que se encuentra la nación más poderosa del mundo. Provocada por la ambición de unos cuantos banqueros que en la sombra del anonimato hicieron uso de sus derechos legales, por ejemplo, para estafar a la nación entera en lo que fuera la nefasta Gran Depresión de los años 30. Histórica crisis económica que atravesó Norteamérica, calculada hasta en los más mínimos detalles por este grupo selecto de banqueros. Fueron ellos quienes acrecentaron extraordinariamente sus patrimonios personales, mientras el resto de la población americana se quedó paralizada observando cómo se esfumaban sus activos.
De este modo la Reserva Federal estrenó sus novedosas armas legales haciendo uso de sus derechos y responsabilidades que le eran inherentes…
… En concordancia con alguna de sus atribuciones, la Reserva Federal imprime billetes de 100 dólares por un bajísimo costo (centavos de dólar) y se los presta con intereses al Estado, incrementando la deuda de los Estados Unidos, una de las deudas mundiales más complicadas de saldar. Entonces uno se pregunta: ¿Qué queda para el resto de las naciones? La mayoría de las naciones también permanecen esclavizadas a las deudas siderales que deben afrontar. Contraídas debido a sucesivas crisis económicas y financieras, diseñadas con precisión de laboratorio por banqueros oportunistas.