viernes 26 de abril, 2024
  • 8 am

La columna infiltrada

El eco de la gloria

(La vida del exfutbolista Fabián O’Neill)

Abrió los ojos y se dio cuenta que estaba en el bar. Adormecido todavía por el alcohol. Miró a los costados, vio la hilera de botellas. Las sillas arriba de la mesa y se levantó de ese colchón pelado en el que había pasado la noche en un rincón detrás de la barra del bar Los Fresnos, un boliche de mala muerte que quedaba en la calle Larrañaga esquina Serrato en diagonal donde hoy está el esqueleto del Cilindro Municipal. Era la una menos cuarto del mediodía y tenía que estar en el estadio Centenario en media hora para jugar contra Central Español. Fabián O’Neill, una de las figuras del Club Nacional de Fútbol. Estaba llegando tarde al partido… y con resaca.
El día anterior, el sábado 14 de octubre de 1995, había festejado su cumpleaños número 22 con un grupo de amigos en su casa, que quedaba arriba del bar. Hacía cuatro meses que Nacional no pagaba los sueldos, la concentración estaba suspendida y no resistió la tentación: asado, vino y cerveza desde las 2 de la tarde hasta casi la medianoche. Cuando todos se fueron O’Neill ya había “calentado el pico” y decidió seguir tomando con algunos parroquianos del bar Los Fresnos. A las tres y media de la mañana subió a su casa a buscar un colchón de una plaza, lo acomodó atrás de la barra y siguió tomando.
A las seis y media, “arruinado” y cuando ya estaba amaneciendo, se durmió.
Miró el reloj y subió, otra vez, las escaleras hacia su casa. Se pegó una ducha fría y llamó un taxi. “Voy para el estadio, que jugamos ahora. Tengo que llegar antes de la una y media”, le dijo al taxista, que no le dijo nada pero entendió la urgencia. Llegó en hora y trató de pasar desapercibido. Se quedó en un rincón y trató, intentó no llamar la atención, pero todo lo delataba. No había chicle ni nada que le sacara el olor a alcohol. Fueron al calentamiento previo al partido y ahí empezó a pasarla mal. Le sudaba el cuerpo y sentía que “largaba todos los alcoholes en cada corrida”. El sol estaba bien alto cuando salieron a la cancha del Centenario a jugar el partido. “Había un sol de 30 grados.”
Los primeros 45 minutos fueron un suplicio. Quería parar la pelota y se le complicaba, quería picar al vacío y las piernas no daban. “Venía la pelota y yo veía la sombra del sol, y no sabía si agarrar para el lado de la sombra o de la pelota. Estaba deseando que terminara el primer tiempo”. Cuando el juez pitó y se fueron al vestuario, O’Neill fue directo a las duchas. Otro baño de agua fría. El segundo en el día. Se sintió mareado y pensó: “Yo no juego el segundo tiempo”. Tomó coraje para encarar al técnico Héctor “Chino” Salvá.
-Mirá, Chino yo no voy a jugar el segundo tiempo porque me siento muy mal.
Salvá no se conmovió.
-No, si a vos te gusta chupar, ahora arrancá para adentro de nuevo, -le contestó. O’Neill entró a desesperarse y buscó cómplices. Se tiró en una de las camillas y le habló al Kinesiólogo Walter Ferreira.
-Walter, decile al Chino que yo no puedo jugar más, decile que no quiero jugar más, estoy muerto, muerto, muerto, no puedo ni con mis piernas, con nada.
Salvá daba la charla técnica del entre tiempo y, ajeno a todo, O’Neill seguía tirado en la camilla pensando una estrategia para no volver a la cancha. Ninguna de sus súplicas daba resultados. Cuando el técnico lo apuró para que se incorporara para jugar el segundo tiempo, se hizo el desmayado. “No quería ni abrir los ojos”. Ferreira le avisó a Salvá que O’Neill no estaba en condiciones de seguir y ahí no le quedó otra alternativa que hacer el cambio, O’Neill no recuerda por quien fue sustituido, Juan Ramón Carrasco entró en su lugar.
“Me tuvo que sacar nomás. Yo ni me acuerdo qué hice ni cómo salió el partido, creo que me fui para mi casa”. Después se enteró que Nacional había ganado 2 a 1.
En la crónica del partido el diario El País puntuó con 5 puntos su rendimiento. “Empezó bien, haciendo pesar su clase, pero de pronto se paró, acusando un problema físico. El equipo sintió su salida.”
Juan H. Alfonso escribió que “aún muy distante del área rival, maniobraba lujosamente y no había forma de contenerlo”. En un apartado de la nota, bajo el título La presión de O’Neill, contó: “Cuando Nacional volvía para jugar el segundo tiempo a Fabián O’Neill le vino un bajón de presión que incluso le produjo un mareo, por lo que debió ser sustituido por Carrasco. Al término del partido se encontraba ya recuperado y no tendrá inconvenientes en jugar la próxima fecha”…
… O’Neill fue mandadero de prostitutas en su pueblo y timbero precoz. Trabajó en el campo donde fue criado por su abuela, pero terminó enseñándole al mundo su clase innata con la pelota de fútbol. Fue millonario y se convirtió en ídolo. Se casó una, dos y hasta tres veces. Vivió en Montevideo, en Cagliari y en Turín. Selló su pasaporte en los grandes aeropuertos del mundo mirando de reojo a Paso de los Toros, el lugar al que siempre quiso volver y al que finalmente volvió. Todo en apenas 39 años.
O’Neill asegura que tras haber amasado una fortuna que llegó a superar los 10 millones de dólares, hoy prácticamente no le queda nada…
… Cierta vez dijo el crack francés, Zinedine Zidane: “O’Neill fue el mejor futbolista que jugó a mi lado…”.
… En una gira por Italia y España en el 92, salimos de copas con Felipe Revelez. La premisa era tomar una en cada boliche dando una vuelta a la manzana, pero las cuadras tenían como 200 metros. Eran como 40 boliches. Llegamos a las tres cuadras y el Zorrito ya no aguantaba más, y yo estaba pronto También.
… Fabián no esquiva el problema, o por lo menos no deja de asumirlo: “Mi droga es tomar. Tomando no le hago mal a nadie”…


Datos extraídos del libro Hasta la última gota, vida de Fabián O’Neill, de los periodistas Federico Castillo y Horacio Varoli.