Por el Padre Martín Ponce De León
Ha sido un año extraño, no lo voy a negar.
Por ello es que no tengo mucha certeza si alegrarme porque se marcha o si debo lamentar lo haga.
Comenzó con un evento que me resultó “un mimo al corazón” y concluye con una noticia que esperaba distinta.
Para acentuar el fin complejo del mismo un amigo se encuentra en grave estado en la cama de un sanatorio.
Este año ha sido un tiempo de situaciones muy diversas pero ello no debe extrañarme puesto que así es la vida misma.
Un año de situaciones donde el corazón sonreía a pleno.
Un año donde el corazón se estrujaba y un extraño peso le oprimía.
A lo largo de este año han existido momentos que me han permitido crecer y han existido, también, pérdidas difíciles de asimilar.
Alguien me permitió darme el gusto de realizar mi sueño de salir, una tarde, con “Los Horneros”. Fue una tarde mágica de descargar un camión lleno de cartones y de salir a la calle para hurgar y volver a llenar el mismo camión.
La “mesa compartida” pudo llegar a un año más de vida con la ayuda de tantos que han hecho llevadero el llegar. La invalorable ayuda de esa persona que viene a cocinar dos veces a la semana de los tres que tiene la actividad, me resultó un alivio difícil de agradecer con palabras.
Por otra parte las colaboraciones del “Banco de Alimentos” o de “Alto Sur” han permitido sentir que todo era mucho más fácil. Pero no olvido a esas muchas personas que mes a mes nos obsequian su generosidad.
Pero, como lo decía un algo más arriba, han existido pérdidas que marcan este año definitivamente. Pérdidas que, en algún caso, esperadas no dejaron de ser dolorosas y sorpresivas.
Han estado esos momentos de desilusión, de frustración o de no entender a determinadas personas que hacen que los mismos sean costosos de aceptar.
Están situaciones que se quedan en nuestra garganta y se hacen difíciles de digerir y requieren de mucho tragar amargo. Es “tragar piedritas” y lo mismo no es my grato y para poder asimilarlas se requiere de mucha oración y renuncia.
Tal vez todos los años son así pero este ha sido un año donde esos vaivenes me han hecho sentirlos con una fuerza particular que me llevaba a anhelar al final prontamente.
Poe eso es que, ahora, que llega el final deseo concluya el 22 para comenzar el 23 pero llevando todas esas realidades que han permitido sonreír a mi corazón.
Un año que deseo vivir dando lo mejor de mí y asumiendo cada situación con positividad.
Un año que deseo vivir sin tantas expectativas pero poniendo lo que soy en cada momento.
Un año que deseo existan muchos momentos donde “el mundo se detenga” y me sienta más pleno en mi realidad.
Desde lo muy personal quisiera llegar hasta lo más particular suyo, estimado lector, para desearle un año mejor que el que ha terminado.
Un año donde los sueños, con los pies en la tierra, se construyan desde lo cotidiano y con las cosas simples de la vida.
Un año donde las realidades de los demás no resulten “piedritas” que se deban tragar sino particularidades con las que debo aprender a convivir.
El año no cambia porque saquemos un 2 y pongamos un 3. Cambia en la medida que cada uno de nosotros cambiemos ante él. Solamente así será, realmente, un año nuevo.
El año cambia porque todo se nos vuelve una oportunidad para renovarnos realizando lo cotidiano con espíritu nuevo.
Chau 2022. Bienvenido 2023
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