jueves 28 de marzo, 2024
  • 8 am

Una utopía

Leonardo Vinci
Por

Leonardo Vinci

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Por Leonardo Vinci
Fue extraordinaria la pujanza de los salteños del siglo 19. En todos los aspectos, sus emprendimientos nos resultan, aún hoy, extraordinarios.
Aunque pueda pensarse que las conquistas del progreso lugareño obedecen a la iniciativa del Estado, la realidad es muy distinta.
El majestuoso Teatro Larrañaga surge de la reunión de vecinos liderados por el entonces Coronel Córdoba en 1880. El espléndido Ateneo tiene su origen en un movimiento de intelectuales que lo inauguran en 1895.
Las iniciativas progresistas tuvieron en los ingleses y vascos franceses su auge en esos tiempos. Los viñedos de Harriague ocupaban a 300 personas y se distribuían en 180 hectáreas. La Caballada y La Conserva se erigieron como establecimientos comerciales de enorme importancia para la economía de la región. Esas industrias regidas por Ernesto Dickinson y Saturnino Ribes, utilizaban su propio puerto.
Fue tan avanzada la concepción que tenían estos destacados ciudadanos, que el mismo Ribes instaló el primer servicio telefónico que comunicaba su domicilio con los saladeros y los astilleros. Estos últimos se convirtieron en su momento en los más importantes de América del Sur. El vapor Saturno se construyó en 1867 y el Cosmos diez años después. Pocas veces se menciona que este barco fue el primer buque del universo en que se instalara la iluminación eléctrica, según se menciona en el Álbum de Salto de 1910. Magníficos vapores se armaron en los astilleros, considerándose al Surubí como uno de los más representativos.
Nuestros mayores ponían especial énfasis en la iniciativa individual.
Fue ésta la que llevó a que se instalara en Salto la primer compañía de teléfonos en 1886 de la mano de Juan Toucon. Poco después, se instaló una segunda compañía telefónica. A su vez, Agustín Maymús instalaba la primera usina eléctrica bajo la supervisión del Ingeniero Grivot.
Mención aparte para los ferrocarriles. Salto tuvo el privilegio de haber ensamblado la primera locomotora de América: la Criollo.
Estas breves citas, son apenas una fotografía del Salto del siglo 19.
Habiendo comprobado la importancia de la iniciativa privada en el extraordinario desarrollo del ayer en todas las áreas de la sociedad, es menester tomar el ejemplo esplendoroso que vivieron y construyeron nuestros mayores.
Lo cierto es que no hay ni trabajo ni progreso sin inversión. Y no menos cierto es que las arcas municipales están exhaustas, por lo que pensar en concretar grandes emprendimientos comerciales – industriales en la órbita estatal, es una utopía.