viernes 29 de marzo, 2024
  • 8 am

La letra chica

César Suárez
Por

César Suárez

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Por Dr. César Suárez
Los seres vivos nos relacionamos con el mundo a través de los órganos de los sentidos que son básicamente cinco, el tacto, el gusto, la visión el oído y el olfato que cuando funcionan a pleno permite una interrelación plena con la naturaleza.
La normalidad de estos sentidos es una virtud relativa y comparativa en relación promedio de sensibilidad del resto de los seres humanos, pero de todos estos órganos tienen una capacidad limitada que la ciencia y la tecnología han buscado de mejorar a través de artilugios tecnológicos, sobre todos los relacionados con la visión y el oído.
La visión ha sido mejorada sustancialmente con instrumentos que ayudan a ver partículas microscópicas y aumentar sustancialmente del alcance de la percepción en distancia multiplicando por miles y hasta por millones de veces la capacidad natural del ojo humano.
Esa capacidad natural de los sentidos, se va modificando en las personas a través del tiempo como consecuencia natural del envejecimiento disminuyendo naturalmente la sensibilidad, sobre todo en la visión y en el oído.
La visión en general es lo más notorio, ya en el entorno de los 40 años comienzan las primeras dificultades sobre todo para leer que se objetiva con la necesidad de alejar los textos para acomodar la visión haciendo necesario recurrir a lentes para ver de cerca y a medida que sigue transcurriendo el tiempo comienza a disminuir la visión de lejos debiéndose recurrir frecuentemente a lentes bifocales o multifocales que después, cada tanto, hay que modificar la graduación de los cristales para poder acomodando la disminución visual progresiva.
Más tarde, es habitual que comience a opacarse el cristalino y comenzar a hacer cataratas que ya no se acomodan con la graduación progresiva de los cristales y ya comienza a hacerse necesario considerar la posibilidad de colocar lentillas intraoculares sustituyendo los cristalinos naturales.
En las personas de cierta edad, comienza a acentuarse la dificultad para percibir la letra chica, esa que aparece al final de cualquier contrato que no hay que la pueda leer ni con lupa, pero tampoco poder leer la letra que antes era perfectamente perceptible y cada vez se necesita que la letra sea más grande.
Por todas estas razones, en el curso de la semana anterior recibí un mensaje del director de CAMBIO, mi amigo, Julio Aguirrezábal, quien me solicitaba que acortara la extensión de los artículos de los domingos para no tener que achicar tanto la letra y evitar de ese modo que fuera leíble para todo los lectores, muchos de los cuales tienen los años suficientes para que las letras chicas se vayan borroneando y termine por ser una suerte de tortura leer mi columna, a veces por el contenido y siempre por la letra chica.
Un saludo muy especial a todos que tal como yo, cada vez necesitamos más aumentos en los lentes y que las letras se agiganten para poder captar lo que nos llega por escrito.