jueves 18 de abril, 2024
  • 8 am

Mandatos familiares

Gisela Caram
Por

Gisela Caram

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Ps. Gisela Caram
Dos hermanos de más de 25 años, dejan la casa de sus padres, para irse a vivir solos.
Los padres quedan con el “nido vacío”, esperando que sus hijos vengan algún día a almorzar, o proponiéndoles salidas a cenar, para poder verlos y compartir con ellos.
Cada uno de los jóvenes está en otra, entre el trabajo, las salidas con amigos, la pareja, van dejando de lado su vida familiar al punto de no contestar cuando llaman los padres.
El sentimiento parental es de desolación y deciden guardar silencio también.
De pronto los hijos se sorprenden, porque dejan de llamar.
Se comunican con su abuela, quien les comenta que sus padres están ocupados, porque recibieron la herencia de una tía.
Ahí, los hermanos visitan a sus padres, para saber más de esta fortuna de la que piensan tendrán algún dividendo…
Este fragmento de una historia de familia es una comedia que lleva el nombre de “La familia tiene un precio”.
Es una comedia divertida, y en la que más de uno se verá identificado, si tiene hijos que pertenecen a la generación de “milenials”…
Nuevas generaciones que no mantienen comunicación verbal ni presencial.
Generaciones que no están sujetas a mandatos sociales, ni una moral estricta y censurante.
Que con un whatsApp, cada tanto, ya está…
Que no llaman ni atienden las llamadas telefónicas…
Hay padres que se cuestionan sus funciones y desempeños como padres, y no necesariamente tiene que ver con la educación ni la moral, sino por cambios socio-culturales; donde no hay sujeción a viejos parámetros que otras generaciones sí tuvimos.
No hay que buscar fallas ni culpables, porque así seguimos prisioneros de ataduras ancestrales.
Se trata que, como adultos, nos adaptemos a lo nuevo sin caer en pensamientos hostiles con nosotros mismos, como: ¿qué hicimos mal?
Cada uno hizo lo que pudo como familia, porque quizás usted creció con ciertas creencias, mandatos, normas que cuidó y respetó mientras estuvieron vivos sus padres. Los cuidó como le enseñaron que “había que hacerlo”, pero esta generación no tiene el mismo “chip” en su cabeza.
No siente esa “culpa” si no llama, si no habla con sus padres, los ayuda o los atiende…
Atrás quedó ese sentimiento punitivo y culposo de ¿“hay que hacer esto”.
No tienen mandatos y no sienten culpa.
Viven más libres, y a veces, se van al extremo de la INDIFERENCIA.
¿Cuándo se fueron “naturalizando” estas conductas? Quizás con la pandemia se acentuó más, porque el cuidar a los más grandes y mantener la distancia era una sugerencia, que agudizó este formato de distancia comunicacional y física.
El vivir sin culpa está bien.
Y el vivir solo para sí mismos, no está tan bueno. . .
Llegar a extremos como la indiferencia por el otro, pasa a ser un acto violento y silencioso.
Hay una cuestión importante que es la tecnología, que nos da acceso a una proximidad a través de pantallas, y que para las nuevas generaciones es un conector permanente y “suficiente”.
Con leer o decodificar cómo está el otro a través de un emoji, ya está.
Con esa proximidad virtual está “bien”, hay un saber que el otro está ahí.
La realidad es que existen diferentes sensibilidades, y lo que para el padre de esta película, es más natural, la madre lo vive con mucha angustia.
Siguiendo esta historia de ficción, el enganche con la herencia, viene a partir de que ambos hijos están como bastante descalificados en los trabajos que encontraron, y con la ayuda económica que esperan de sus padres, piensan van a tener sus propias empresas, saliendo del lugar displacentero en el que están.
Mi reflexión viene, en cuestionarnos, ¿para qué tenemos nuestros hijos, si para que sean felices ellos o para que nos acompañen en la vejez?
La meta debería ser que sean buenas personas y felices. Darles herramientas para la libertad y la no dependencia.
No confundamos el amor parento-filial, el apego seguro que sí se construyó en la vida familiar, perdurará, conque, cada joven busque su camino…
Si los hijos son independientes y hacen lo que les gusta, quizás, en algún momento tendrán ellos sus familias, y darán a sus hijos todo ese amor que recibieron…
… Así es la vida.