viernes 22 de noviembre, 2024
  • 8 am

Agua de vida

Padre Martín Ponce de León
Por

Padre Martín Ponce de León

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Por el Padre Martín
Ponce de León
En estos días de abundante calor…
En este tiempo de sequía angustiante…
Jesús se nos presenta como el “agua de vida”
A lo largo del mes, muchas son las veces que nos quedamos sin agua en las canillas en el correr del día.
El consumo abundante en la cuidad y el hecho de que la sede parroquial se encuentre en uno de los lugares más altos de la ciudad hace que en diversos momentos del día no salga agua en las canillas de la zona.
Son esos días donde uno experimenta el mayor deseo de refrescarse o toma, tardíamente, conciencia de que no he llenado bidones con agua para que no falte la misma.
Parecería lo hiciese adrede pero uno asume que esos momentos hay que esperar hasta muy entrada la noche para que se abra una canilla y salga líquido de la misma.
Pero Jesús no hace referencia a esta realidad externa que uno puede, circunstancialmente, experimentar en este tiempo.
Lo de Jesús dice de esa necesidad mucho más profunda que podemos experimentar y la que, tal vez, en oportunidades no somos conscientes de la misma.
Sucede que nos podemos acostumbrar a vivir con sed de esa agua de vida.
Tal vez en un primer momento experimentamos la sed y el deseo de saciar la misma pero, luego de varios intentos, abandonamos los mismos y nos vamos acostumbrando a vivir inmersos en la mediocridad.
Conozco una persona que manifestó no tener sueños. Quizás un día los tuvo y los mismos nunca se concretaron y dejó de soñar y se volvió mediocre. Se acostumbró a vivir con sed por más que sostenga que vive el día a día. Los sueños son la fuerza que nos impulsa a vivir en plenitud lo diario.
Conozco una persona que me comentó que la razón de su vida son sus hijos y su profesión. Le pregunté “¿Y vos?”. “Yo no me importo”. Quizás un día se ilusionó con ser feliz y la vida le golpeó impidiéndole tal cosa. Se acostumbró a vivir con sed puesto que el servicio útil a los demás comienza con la valorización y cultivo de uno mismo.
El agua de vida que nos ofrece Jesús apunta a nuestra realización personal.
Apunta a no desanimarnos de soñar y pugnar por ellos.
Apunta a saber que la felicidad es posible y que nada nos debe impedir luchar por ello.
Apunta a hacernos saber útiles para los demás y nunca desanimarnos de brindar una mano o un hombro.
El agua al que hace referencia Jesús va en la línea de nuestras realidades más hondas como seres humanos y, por lo tanto, nos ayuda a vivir en plenitud nuestra condición de personas.
Es un agua que solamente Él es capaz de ofrecer puesto que dice de nuestras necesidades más profundas y las mismas no pasan por cosas externas.
Es un agua que, si bebemos de ella, jamás se hace escasa o sufre cortes o sequías.
Es el agua de la fraternidad que es posible.
Es el agua del sabernos día a día útiles pese a nuestras muchas limitaciones.
Es el agua del soñar que nos impulsa a involucrarnos para transformar esta realidad.
Es el agua que nos motiva a realizarnos como personas y, desde allí, brindarnos a los demás aunque ello sea inentendible por muchos.
Es el agua que nos permite disfrutar la sencillez de un abrazo o de una mirada colmada de cercanía.
Es el agua que nos hace comprometernos día a día con situaciones ajenas a nosotros sabiendo que allí nos encontramos con el proyecto amoroso de Dios.
Interiormente vivimos inmersos en una intensa sequía…
Interiormente vivimos sumidos en una profunda sed…
Jesús se nos presenta como el “agua de vida” y vale la pena tomar de esa agua.