jueves 18 de abril, 2024
  • 8 am

Con los ojos abiertos

Padre Martín Ponce de León
Por

Padre Martín Ponce de León

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Por el Padre Martín
Ponce de León
Según una manera de mirar lo de Jesús este fue enviado a morir para reconciliarnos con el Padre Dios
Según esa mirada lo de Jesús podría titularse en “Crónica de una muerte anunciada” y hacer tal cosa resulta muy trágico.
Me podrán decir que quienes plantean esa mirada son, sin duda, importantes personalidades dentro de la historia del cristianismo y ello corresponde a un tiempo que “ya fue” Tal forma de pensar responde a quienes sostienen que es necesario el dolor para llegar a Dios.
Sin duda que tal planteo responde a un tiempo histórico y no al Dios que nos presenta Jesús. El Dios de Jesús es un Padre misericordioso.
Lo de Jesús es una opción de fidelidad al proyecto de un Padre bueno. La muerte de Jesús no es una imposición sino una opción.
A medida va acercándose a la capital del pueblo judío su presencia se vuelve más y más molesta. Podría haber vuelto al territorio de sus comienzos pero no lo hace pese a ser muy consciente de lo que podría sucederle ingresa y se mueve dentro de la capital y su cercanía.
Debe ser coherente con su propuesta y, por lo tanto, aunque moleste e incomode no se aparta de la capital puesto que allí estaba el centro de la vida religiosa del pueblo.
Sabe los riesgos que corre. Sabe los peligros a los que se aproxima. Pero el Dios que presenta va contra la propuesta religiosa de su tiempo y debe plantearlo en donde esa propuesta se origina.
Nada le detiene ante la necesidad de poner en el modo correcto la relación con “su Padre”. Nada le detiene en su buscar que los hombres tengan una postura adecuada para con el amor que el Padre Dios les tiene y busca recibir.
No busca la cruz pero, muy consciente se arriesga a ella porque ama apasionadamente la misión que su Padre Dios le ha encomendado.
Ama el hacer saber que Dios es un Padre misericordioso y puro amor para con los hombres, sus hijos.
Ama el poder lograr que los hombres tengan como centro de su relación con Dios el amor al prójimo y no lo riguroso de la ley.
Dios no quiere rituales ni holocaustos sino una vivencia colmada de amor hacia los demás. Amar sin guardarse nada. Amar dándose por completo.
No quiere ni pretende la cruz pero, como tiene los pies sobre la tierra, sabe que no puede predicar contra la propuesta religiosa de su tiempo desde lejos del Templo.
Debe estar a las puertas del Templo mismo para, desde allí, ayudar a las personas a creer en el amor que los conduce a Dios.
No quieren perder sus privilegios y por ello buscan sacarlo de circulación pero él igualmente continúa con su prédica. Se arriesga y no puede con lo establecido. Se arriesga y no puede revertir lo convencional. Por coherencia se arriesga y pierde.
Por más que sea el proyecto de Dios no logra revertir los intereses de los hombres por ello debe pasar por la cruz.
Por eso debe transitar por un camino que no es de su agrado pero es consecuencia de su amor.
Opta por la cruz para ser coherente.
Opta por la cruz para mostrar su amor.
Opta por la cruz para mostrar que el camino a Dios no es el del dolor sino el del amor.
Opta por la cruz con los ojos bien abiertos porque ama sin guardarse nada y dándolo todo.
Opta por la cruz porque su amor lo hace posible.
Opta por la cruz para mostrar que cuando se ama de verdad todo es posible.