martes 26 de noviembre, 2024
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Cercano

Padre Martín Ponce de León
Por

Padre Martín Ponce de León

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Por el Padre Martín
Ponce de León
El Señor resucitado que nos presentan los relatos evangélicos está muy lejos de ser la de alguien que está distante de sus amigos.
Contrariamente a lo que podemos suponer, que sería una presentación acorde a su situación, nos presentan a un Jesús resucitado extremadamente cercano con sus seguidores.
Es una característica que no es muy presentada del Resucitado y creo que ello responde a que implica, de nuestra parte, importantes cambios en nuestra manera de vivir nuestro cristianismo cotidiano.
Los seguidores de Jesús encuentran en la resurrección de Jesús la máxima razón para creer en Él y sus palabras.
Es lo que le habrá de dar sentido al hecho de seguir a alguien que ha tenido un final tan desconcertante.
El muerto vence a la muerte y vuelve a la vida.
El fracasado triunfa y es glorificado.
El hombre se manifiesta en si divinidad.
Con esos antecedentes uno podría imaginarse una presentación acorde a los cánones propios de aquel tiempo.
Podrían presentarlo, al resucitado, como un alguien más allá de todo lo que hace a lo humano y rodeado de grandeza y distancia pero, no, lo presentan como muy cercano a la realidad de sus seguidores.
Sabe de la situación temerosa de sus amigos y, entonces, aparece en medio de ellos para trasmitirles paz.
Sabe que guardan remordimientos por haberlo abandonado en sus últimos momentos y no solamente no formula reproche alguno sino que ni les menciona su abandono.
Se deja tocar para que vean que es el mismo de siempre.
Les pide de comer para que vean que no es un fantasma y vuelvan a confiar en Él como lo hacían antes.
Se dirige a ellos con una inmensa calidez haciéndoles saber comprende su situación de incredulidad, dudas y temores.
Pero, también, les hace ver con total claridad que es el mismo que ha muerto en la cruz y ahora está definitivamente vivo.
Ese Jesús resucitado que trasmite paz a sus amigos es el que ha vivido la terrible experiencia de la muerte en cruz.
No olvida ni oculta la situación por la que debió pasar para poder estar resucitado en medio de ellos.
Jesús no olvida nunca el amor que experimenta por cada uno de nosotros.
Esta cercanía que trasmite el resucitado no es una realidad ajena a la vida sino que la manifiesta y expresa desde la vida misma.
Por ello es que su cercanía dice de la necesidad bien concreta de sus discípulos. Necesitaban saber que la cruz no les había hecho perder al amigo.
Necesitaban continuar experimentando lo de ellos era seguirle y, por lo tanto, descubrirle junto a ellos.
Por eso es que irrumpe vivo en medio de ellos para hacerles saber que continúa en y con ellos. No los ha abandonado ni los abandonará.
Esta realidad del resucitado implica, para nosotros sus seguidores, una realidad de cercanía con los demás que debemos incorporar a nuestro ser tales.
Cercanía que implica conocer y saber de las realidades de los demás.
Cercanía que nos reclama estar disponibles y a la mano de sus realidades para llenarlas de paz y sueños.
Cercanía que nos pide estar atentos para responder a sus necesidades y no para imponer nuestros pensamientos o nuestros códigos.
El resucitado es cercano y por ello no lo podemos encerrar ni encasillar en algunos dogmas o principios.
Es cercano y espera, porque somos sus seguidores, que también lo seamos con los demás.