viernes 19 de abril, 2024
  • 8 am

Caras de piedra

Gustavo Varela
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Gustavo Varela

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Por Gustavo Varela.
Hace ya bastante tiempo que venimos insistiendo en ese brutal operativo que la izquierda nacional ha lanzado a los efectos de intentar recuperar el gobierno que perdió, por errores propios y virtudes ajenas en las últimas elecciones realizadas en el Uruguay.
Está apelando a utilizar todas las armas que tiene a mano, para construir un relato de que el país está gobernado por un ser diabólico, quien se encuentra acompañado por una coalición de partidos que promueven el mal por sobre todas las cosas, no entendiendo o no queriendo entender que éste ha sido un gobierno que por diferentes circunstancias, ha tenido que lidiar con problemas importados desde un primer momento.
Utiliza a su fuerza política cuyo plan de acción es oponerse a todo lo que promueve el gobierno con un elenco cuya primera figura es el polifacético presidente, otrora hombre fuerte de los sindicatos.
Utiliza a los gremios, que se encuentran nucleados en una organización que se llena la boca hablando de los padecimientos de la clase trabajadora, mientras los líderes gremiales hacen ostentación de vehículos de alta gama, al mejor estilo de sindicalistas de países hermanos, traicionando lo que ha sido un estilo austero, de los antiguos representantes del proletariado.
Utilizan a grupos de estudiantes, padres y docentes, de un distinguido centro de estudios del pasado, devenido en foco de conflicto de la sinrazón y representantes de las peores tradiciones estudiantiles, que no defienden esos intereses estudiantiles, sino que defienden intereses políticos, expresados en los extremos radicales de esa izquierda.
Utilizan los colectivos que son defensores de la llamada “agenda de los nuevos derechos”, que hostigan como un “cacareo” de hienas, a quienes osan expresar estar en desacuerdo con esos nuevos derechos o con la forma de expresarse dichos colectivos, pero que callan cobardemente, cuando son compañeros/as de izquierda, los que se encuentran involucrados.
Utilizan gobernantes, que son los primeros que levantan los dedos acusadores contra el gobierno nacional, acusándolo de insensibles, o que son las mismas familias que cada 30 años retornan al poder a precarizar los derechos de los trabajadores, mientras ellos, fueron unas máquinas de colocación de cuadros partidarios, quienes no les importó un bledo los derechos laborales, y en algún caso muy, muy cercano, canjeando bienes por trabajo, para posteriormente agregarle valor a esos bienes, lo que en cualquier caso significa corrupción.
¡Y después hablan de caras de piedra!
Lo peor de todo es ser timoratos ante esas prácticas, que desarrollan y desarrollarán en los tiempos venideros.
Con serenidad, pero también con la firmeza de la convicción en lo que uno cree y piensa, hay que enfrentarlos.
Para tener la satisfacción de dejar a las nuevas generaciones un país lógico, con sentido común, cuyo éxito se base en el sacrificio de la educación, el trabajo y la producción.
No, en el país de los caras de piedra.