Ps. Gisela Caram
El momento de la llegada al mundo de cada hijo, depende mucho del “lugar” que se le adjudicará desde los padres o referentes.
El lugar será tomado en principio por el hijo, pero también hay “ruidos” que luego va a hacer este hijo, reclamando lo que él quiere. No se conformará y aceptará fácilmente el lugar que se le da. Y en esto, influye el momento de la pareja en su llegada al mundo, la historia de su gestación, si es el primero, el segundo, o el único…
Por ejemplo, el primer hijo, puede ser muy buscado, muy cuidado, muy sobreprotegido, con más tiempo de estimulación y afecto para brindarle.
Ya el segundo tendrá el tiempo compartido con el primero, y seguramente, esa situación, que no pasa desapercibida para los padres, los llevará a darle otras concesiones para compensar lo que pudieron dar al primero.
Esto va en aumento cuando son más hermanos; cuestión cada vez menos frecuente en nuestros tiempos…
Durante la edad infantil, los niños van construyendo su mundo interno en relación a estos vínculos familiares. Tienen su percepción de cómo es su mamá o papá con ellos y con sus hermanos, observan, reclaman, se callan, reaccionan.
Los celos, que se observan desde que son muy chiquitos, y los manifiestan cuando ven a sus padres juntos, metiéndose en el medio de los dos, se potencian con los hermanos.
Las comparaciones, las mediciones, “a ella le diste más que a mí”, generalmente expresan una situación normal, que forma parte del desarrollo de los niños.
Cuando va pasando el tiempo, van creciendo y si los celos van en aumento, no son aterrizados, atendidos, y van escalando hasta el punto de llegar a la violencia, hay que tomar otras medidas.
Se espera que estas situaciones sean atendidas por los padres.
Generalmente en la infancia, los celos entre hermanos vienen porque sienten que el padre o la madre quiere más a un hijo que al otro, que uno tiene más privilegios que el otro.
El reclamo encubierto en la infancia, es por “más tiempo”, “más afecto” y “más límites”.
Como padres, hay que escuchar estos reclamos y no replicar defendiéndose rápidamente cuando los hijos expresan algo, verbal o con conductas llamativas. Puede que uno no se dé cuenta y esté privilegiando a un hijo sin darse cuenta…
Tomar el timón, escuchar y actuar, como adultos frente a un reclamo infantil.
No es fácil ser justo con todos, más cuando uno está implicado en la familia y muchas veces no puede ver, o no acepta el reclamo, no lo considera legítimo.
Darle a cada uno lo que reclama, que no es darles a todos lo mismo.
Decodificar si se tira a gritar pidiendo cosas en el supermercado, QUÉ está pidiendo.
Y usted como padre, ha pensado ¿por qué a veces se inclina más por un hijo que por otro?
Y esto no significa “lo quiero más a uno que a otro…”
Esos “favoritismos” en los que los hijos se quejan, están ligados a ESE VÍNCULO DIFERENTE que se tiene con cada hijo, y que se va configurando de tal o cual manera, de acuerdo a la personalidad de cada uno.
Hay niños más cariñosos que otros, más inquietos, más inteligentes, etc., cuestiones en los padres, que pueden estar colmando expectativas, ideales de cómo deseó que fueran y como son. A veces las conductas de los niños, llevan a generar malestares, frustraciones en los padres.
También influye la historia de cada hijo, hay niños que estuvieron muy enfermos desde chicos y los padres lo viven como más frágiles y hay una tendencia a cuidarlos más, cuestiones que son decodificadas por los hijos como “lo quieren más a el/ella”…
-A veces el tener espacios, alguna actividad con cada uno por separado, fortalece al niño que se siente “descuidado”.
-Ponderar lo bueno que hace cada uno
-No tomar partido cuando se pelean los hermanos, sino escuchar y hablar por separado.
-Que cada niño pueda sentir que tiene sus aptitudes, sus fortalezas, su lugar importante en la familia, y que lo que hace es bueno, y todo eso, lo hace muy valioso, único y muy querido…
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