Por Cecilia Eguiluz
Quienes somos por naturaleza optimistas, tendemos a pensar que todo lo que viene será mejor, claro está que hay que hacer un equilibrio permanente con la realidad en la que estamos inmersos, o sea el espacio y tiempo en el que nos ha tocado vivir y las proyecciones futuras. Pero, por sobre todas las cosas, lo importante es evaluar las acciones que realizan otros y las que realizamos nosotros mismos para que ese futuro efectivamente sea mejor.
Por eso, parece necesario, permanentemente y ante los problemas cotidianos hacer una pausa y tratar de mirar todo el bosque de manera de tener una perspectiva general. Recuerdo que mi padre me decía “sentante en tu vereda y mirate pasar en la vereda de enfrente para ver si estás conforme contigo misma”. Y hoy les propongo hacer el mismo ejercicio, pero mirando a Salto, para poder pensar si realmente estamos conformes con lo que vemos. ¿Cómo está Salto? ¿Qué están haciendo quienes tienen responsabilidades políticas para que el departamento esté mejor? ¿Qué estamos haciendo nosotros para que Salto tenga un futuro auspicioso? Seguramente las respuestas de muchas personas están atadas a sus ideologías, diría que algunos hasta a sus fanatismos, pero es muy probable, también, que muchísimos salteños estemos mirando la realidad y el futuro sin esas predisposiciones. Intentar ver la realidad sin buscar responsables o sin intentar llevar agua para nuestros molinos, seguramente nos hará ver el presente y el futuro de Salto con mucha preocupación pero además incertidumbre.
Claro está, que yo no tengo las respuestas de qué hacer para mejorar esta realidad, pero sí tengo inquietudes que quiero compartir en este espacio. Por un lado la ausencia de acuerdo en relación a los ejes de desarrollo que impulsen al departamento con una mirada a 50 años. La ausencia de políticas públicas que entiendan la REALIDAD de la frontera, con un país tan inestable como Argentina, por el contrario vemos más bien que se siguen principios generales dogmáticos, que chocan de frente con nuestra realidad tan incomprendida por el centralismo metropolitano. Me preocupa también la ausencia de inversión pública de envergadura para la zona norte del país, que como decíamos hace un tiempo, coincide con problemas globales de despoblación y empobrecimiento de las zonas alejadas a las costas marítimas. Me preocupa que siga aumentando el desempleo, sin que se entienda que ya es un problema estructural de nuestro departamento y que no solo requiere un abordaje rápido, sino también de políticas de estado. Me preocupa el aumento de la informalidad en el trabajo, a la cual se suma la caída de la actividad económica. Pero por sobre todo preocupa el aumento de la pobreza que todo esto trae aparejado y el endeudamiento de las familias. Los problemas que no se solucionaron ayer, se agravan hoy y serán aún más profundos y también más caros para el estado mañana.
Es claro que los responsables están fallando y no es de ahora, todos somos un poco responsables, no olvidemos que a ellos, los ponemos nosotros cada cinco años, en Salto y para todo el país.
¿Estamos desahuciados? ¡Claro que no! Estamos a tiempo de exigir más, de dejar de ser tibios y protestar no solo en las reuniones, hay que revelarse ante la inacción, hay que gritar fuerte que todos dejen de tirarse las responsabilidades y que hagan algo. Hay que participar, insistir, pero no solo en las redes o entre casa, hay que cuestionar, dejar de estar adormecidos frente lo que escuchamos. Hay que exigir acciones, esa es también una forma de actuar, porque sino quienes tienen responsabilidades van a seguir creyendo, como hasta ahora, que no importa solucionar los problemas reales de la gente, sino que solo importan sus intereses político electorales. Hay que redoblar la apuesta porque es la forma de cambiar la realidad.
Columnistas