martes 7 de mayo, 2024
  • 8 am

El águila que no fue paloma

Fulvio Gutiérrez
Por

Fulvio Gutiérrez

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Por el Dr. Fulvio Gutiérrez
El presidente de la República, Luis Lacalle Pou, anunció en una conferencia de prensa, citada al efecto la pasada semana, que el águila del acorazado alemán Graf Spee, hundido en el Río de la Plata en 1939, durante la Segunda Guerra Mundial, y que en definitiva es propiedad del Estado uruguayo, tal lo establecido en sentencia de la Suprema Corte de Justicia, sería fundida y transformada en una paloma por el artista nacional Pablo Atchugarry. De esa forma se quería dar una señal al mundo que “somos una sociedad de paz”.
La decisión presidencial fue totalmente inesperada e inconsulta, a punto tal que la Sub Secretaria del Ministerio de Educación y Cultura, historiadora Ana Ribeiro, que además es la Presidenta de la Comisión del Patrimonio, no había sido consultada y se manifestó públicamente en contra de la misma, afirmando que el águila debería conservarse y exhibirse en un museo.
La decisión desató críticas dentro de la coalición de gobierno, y en forma casi inmediata se originó una polémica que fue tomando volumen rápidamente. En contra se pronunció el Senador Guido Manini Ríos, quien incluso manifestó su intención de presentar un proyecto de ley que impidiera la destrucción del águila del Graf Spee. También se manifestó en contra el senador colorado Ope Pasquet, el diputado blanco Aldo Lamorte, y un grupo de personas creó una petición en la plataforma Change.org, que exigía conservar el águila en un museo, y que en pocas horas obtuvo 3.000 firmas. En definitiva, hubo una especie de generalizada expresión popular desconforme con la decisión tomada por el Presidente. El conocido comunicador y profesor de historia Diego Delgrossi, fue muy categórico en su posición al decir: “Esto es un desatino antihistórico, por no decir un disparate. Es una pieza histórica única en su género, representa lo que representa y así debe ser conservada”.
Ante ello, Lacalle Pou dio marcha atrás en su decisión y revocó la resolución que la había formalizado. “Hay una abrumadora mayoría que no comparte esta decisión, y si uno quiere generar paz, lo primero que tiene que hacer es generar unión. Claramente esto no lo ha generado”. Y agregó; “Se nos ocurrió que ese símbolo de violencia o guerra podía sufrir una transformación virtuosa en un símbolo de paz o unión, como una paloma”.“Sigo creyendo que es una buena idea, pero a un Presidente le toca escuchar”. El publicista y escritor Claudio Invernizzi, expresó: “Es un disparate. Esa águila, tan brutal y amenazante, es una señal histórica de la barbarie a la que es capaz de llegar la especie. Transformar un pájaro no transforma a la humanidad, la disimula. Y borrar la simbología del horror, alienta al horror. Águila fue. Que águila quede.”
Respetuosamente creo que el Presidente Lacalle Pou se equivocó al disponer que el águila nazi debía ser fundida para que el escultor uruguayo Atchugarry la transformara en una paloma. Su decisión originó una polémica que en definitiva, llevó al Presidente a dejar sin efecto aquella decisión. Bien por el Presidente. Su intención era buena, pero los acontecimientos históricos no deben ser analizados en forma aislada, sino en su contexto histórico y con la simbología que ella representa. A ningún país integrante de la fuerza aliada que derrotó a Alemania, Italia y Japón, se le ocurrió destruir los campos de concentración donde los nazis cometieron los más execrables actos de barbarie contra la especie humana. Al contrario, allí quedaron, para que puedan ser visitados y comprobar a lo que puede llegar el fanatismo de una ideología abominable y repugnante. En el caso del águila, es un pedazo de historia de la guerra que pertenece al pueblo uruguayo y que simboliza una forma de recodar lo que nunca debió pasar.