Por el Padre Martín
Ponce de León
Algo no funciona correctamente en su mente. Con total facilidad entra en su mundo ajeno a la realidad y allí se queda y se pierde. Se pierde tanto que se aísla completamente de su entorno y no siente a quienes, por alguna razón, le dirigen la palabra.
Estábamos realizando una convivencia a unos kilómetros de la ciudad. Una vez concluida la comida me pidió si lo podía acercar a su casa. Le manifesté que esperase un momento. Al cabo de un breve tiempo me vuelve a solicitar lo mismo y le di la misma respuesta que hacía un momento.
A la cuarta vez le dije lo llevaba y así lo hice debiendo dejar todo para acercarlo. Casi al llegar a su casa le pregunté qué es lo que debía hacer un domingo con tanta prisa y me respondió: “Ahora prendo la tele, me tiro en la cama y escucho música”. Cada día que tenemos “Mesa compartida” es uno de los primeros en llegar. Una vez en el salón cumple con un obligado ritual personal que, parecería, se ha impuesto.
Se baña y luego pasa un paño en la mesa que se habrá de usar. Pone los vasos, los cubiertos y las servilletas en cada lugar que será ocupado por los comensales. Una vez concluida esa actividad se instala en “su” lugar a escuchar música. Allí, durante mucho tiempo, sin interesarse por nada más, se pierde en el mundo de la música que escucha.
Si alguien desea solicitarle su atención debe llamarlo en más de una vez puesto que él está perdido en un mundo donde solamente existe la canción que escucha y el video que la acompaña. Muchas veces le he observado y no puedo dejar de evitar me surjan algunas preguntas sobre su comportamiento. ¿Puede un ser humano perderse con tanta facilidad del mundo que le rodea? ¿Puede un ser humano sentirse realizado perdiéndose de esa manera de la realidad? ¿Qué pasará por su mente mientras está perdido en el mundo de la música que le absorbe? ¿Pasará algo o hasta se pierde de pensar? ¿Puede alguien sentirse realizado ocupando tantas horas de su día perdido de esa manera? Es obvio que no debo preguntarle por su actitud sino que debo respetarle por más que no llegue a comprenderle ni comparta su actitud. ¿Por qué le es tan necesario evadirse de la realidad? ¿Es feliz encerrándose en su mundo lleno de música e imágenes? ¿Luego de esa dosis de música cuánto tiempo necesita para volver a la realidad? Sin duda no ha de ser un algo inmediato sino que deberá necesitar de un buen tiempo para desconectarse y escuchar las voces de la realidad. Un tiempo que, en oportunidades, es lo que utiliza para almorzar ya durante casi todo el almuerzo vive inmerso en su mundo.
Él nunca participa de una conversación ni se integra a algún comentario y cuando se le formula alguna pregunta demora en brindar una respuesta.
Sin lugar a dudas lo suyo es una actitud que podemos encontrar en muchas personas que viven sumidos en su celular. Siempre me ha llamado la atención ese medio de comunicación que, con tanta facilidad, tiene el poder de incomunicarnos. Cada vez más son las personas que encuentran una ventana por donde evadirse de la realidad y sumergirse en la suya encerrándose de todo lo demás. En él, lo sabemos, algo no funciona correctamente y por ello es comprensible y aceptable pero… ¿Son tantos los que algo no funciona correctamente? ¿Es tan terrible la realidad que tantos necesitan evadirse de ella? ¿No será que nos vamos, progresivamente, acostumbrando a vivir en un mundo que nada tiene que ver con lo real y, porque es más cómodo, lo hacemos propio?
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