
Por Cary de los Santos Guibert.
INICIOS DEL CICLÓN
El 4 de mayo de 1932 cuando nadie se lo esperaba, de repente quedó rojizo el cielo para el lado de la costa de Concordia (Argentina), y a las 21.15 horas se desató un violentísimo ciclón que azotó con tremenda furia a la costa del río Uruguay, Pueblo Nuevo, y otras zonas de la ciudad, causando importantísimos destrozos, pérdidas materiales y causando varios heridos, además de la pérdida de los vapores Surubí y Concordia (ex – Corrientes) y de la barca de madera Francisca Nadal, primera sede flotante del Club Remeros Salto.
CALDERERO DEL ASTILLERO
Don Orestes Gerolami, más conocido como «Gerola» por sus compañeros del astillero y vecinos del Pueblo Nuevo, era de oficio «Calderero».
Trabajaba en el recambio de chapones de los buques a vapor, debiendo moldear la chapa de hierro, agujerear y calentar los remaches al rojo vivo en una fragua.
Luego los chapones se colocaban en su lugar y se procedía a colocar los remaches para ajustarla y asegurarla en el casco del buque.
COLOCACIÓN DE REMACHES
Un operario calentaba el remache al rojo vivo, luego lo tomaba con una pinza especial y lo arrojaba por el aire, debiendo caer a los pies del otro operario, quien lo tenía que tomar con la pinza y colocarlo en el agujero de los chapones, y un tercer operario tenía que golpear el remache con un marrón para que quedara bien colocado y asegurar firme los chapones de hierro al casco del buque.
UN TERRIBLE ACCIDENTE
Pero era muy común y frecuente que el operario no hiciera bien el cálculo, y el remache caliente elevaba su trayectoria yendo a parar al pecho o a la vista del otro operario, ocasionando una herida profunda en el pecho o el vaciado del ojo, perdiendo una vista.
Trágico accidente que provocaba la colocación de una prótesis de vidrio y el cambio de tareas del operario en los astilleros. Gerolami había tenido ese terrible accidente y fue destinado cómo sereno del lujoso vapor «Surubí».
UNA RÁFAGA DE VIENTO ALERTÓ AL SERENO
En la trágica noche del 4 de mayo, don «Orestes Gerolami» se encontraba acostado en uno de los camarotes del vapor «Surubí», y de repente, sintió una ráfaga de viento que le previno de levantarse y apagar de forma inmediata los faroles marinos de la popa y proa del buque.
“Yo estaba de sereno esa noche. De casualidad le digo. Estaba ya acostado y me levanté para apagar un farol de proa por miedo a que se produjera un incendio, porque no era un farol muy seguro.
De noche siempre poníamos faroles a proa y popa por las dudas. Menos mal que me quedé un momento levantado, mientras todo el barco se movía…»¹.
NERVIOS, OLVIDO Y EL SALTO DEL SERENO
Enseguida se desató la furia del ciclón, y el «Surubí» comenzó a dar claras señales de inestabilidad, moviéndose de un lado al otro, y finalmente, comenzó a escorarse levemente hacia el lado de la puerta del camarote, dando claras señales del peligro que sería de quedarse en el vapor. Entonces Gerolami aunque no sabía nadar (muy frecuente en las personas vinculadas a tareas fluviales) decidió arrojarse a las furiosas aguas del río Uruguay, pero antes de hacerlo tenía que salir del interior del buque hacia la cubierta.
Sin embargo, al tomar el turno y hacer su ingreso al buque, había cerrado la puerta con llave y por los mismos nervios de la situación lo olvidó y al tantear la pomela de bronce para abrirla, no lo pudo hacer, estaba cerrada con llave y cómo no había más tiempo, saltó por una venta.
“…El barco se tumbó hacia el lado de la puerta del camarote. Tuve que salir por la ventana. Agarré un salvavidas de la borda del barco y me tiré. A medida que el barco se iba tumbando yo iba buscando un lugar donde poder quedarme prendido. Era un buen barco, tenía mucha estabilidad…” ².
En ese preciso momento que pisó la cubierta el vapor comenzó a escorarse levemente y comenzaba a hundirse, todo pasaba tan rápido y la angustia de la situación y la incertidumbre comenzaba a preocupar a don Gerolami, agravándose aún más con la oscuridad cerrada de la noche, gritaba desesperadamente y miraba para todos lados en busca de un elemento de flotación para aferrarse a él y poder arrojarse inmediatamente al agua.
De pronto la misma naturaleza lo ayudó con una potente luz de un rayo y le permitió ver y tomar con gran esfuerzo un «aro salvavidas» del buque siniestrado. Parado en el guardabarros de la rueda de palas, se coloca el salvavidas y se arroja inmediatamente al agua y el Surubí se hunde completamente desapareciendo de la superficie del agua.
SE SALVÓ EN EL ANCA DE UN PIOJO
Y Gerolami encontrándose en el agua, ve un manojo de cepillos o escobas (posiblemente perdido de algún buque de carga a consecuencia del ciclón) y se agarra firmemente a él, tratando de mantenerse a flote y sobrevivir.
Por suerte el ciclón comienza a debilitarse y muy cerca de allí, se encuentra el carguero «Tacuarí» con su tripulación a bordo y su capitán ordena bajar un bote y rescatar de forma inmediata al sereno del vapor «Surubí».
Allí comenzó la leyenda del vapor «Surubí» y a circular por el Pueblo Nuevo y la ciudad de Salto, el relato de la hazaña de «Orestes Gerolami» el sereno del «Surubí», qué no sabía nadar y se había salvado en el anca de un piojo.
REFERENCIAS
1 y 2 – Suplemento Histórico Cultural del 30 de noviembre de 1999. Historia y leyenda: “Surubí” y astilleros. Orestes Gerolami yo estaba de sereno.
Don Orestes Gerolami, sereno del vapor Surubí, en la noche del ciclón del 4 de mayo de 1932.