Por Cecilia Eguiluz
Mucho hemos escuchado estos días sobre el “caso Marset”. La entrega de un pasaporte express a un narcotraficante internacional, ciudadano uruguayo, fue sin lugar a dudas, un episodio grave.
Los escándalos suscitados en base a ese episodio tienen muchas aristas y a pesar de que el tema tiene ya más de un año queda claro que está lejos de finalizar.
A mi entender el “caso Marset” ha generado una crisis política, a la cual se respondió con algunas medidas políticas, como la aceptación de la renuncia de dos Ministros de Estado, ambos de confianza personal del Presidente de la República. Además de ello, se conoció la aceptación de la renuncia del subsecretario del Ministerio del Interior y de uno de los principales asesores políticos del Presidente, tan cercano que estaba instalado en el propio piso 11 de la Torre Ejecutiva, que ahora todos los uruguayos sabemos, que es donde está el despacho presidencial. Antes que todo esto pasara, como sabemos también había renunciado la subsecretaria de Relaciones Exteriores hace casi un año y los detalles de los motivos de la renuncia se conocieron recién ahora, generando otra investigación en la fiscalía.
Si hay algo claro en todo esto, es que no hay nada claro… documentos destruidos, pruebas guardadas por un año, mensajes, audios y filtraciones de la fiscalía entre otras cosas. Un mundo desconocido de desaciertos, presuntas irregularidades y hasta aparentes delitos, sumados a declaraciones estridentes que provienen del propio sistema político abonan la tesis de un gran desorden.
Queda la sensación de que tras la entrega de ese pasaporte se suscitaron una serie de acciones para intentar “tapar” algo que no estaba bien hecho. De otra forma no se explica el accionar de los jerarcas y mucho menos las renuncias que termina aceptando el mandatario.
Ahora bien, todo esto que venimos hablando, no implica una crisis institucional, esa teoría es, por demás, sacada de los pelos y que están intentando imponer algunos actores políticos que les sirve el “ruido”. Es temerario hablar de crisis en las instituciones cuando está claro que las instituciones funcionan, los poderes del estado se controlan entre sí y tienen independencia. Por otro lado el PIT-CNT, como brazo ejecutor del Frente Amplio, genera una incipiente movida basada en esa misma teoría de la crisis institucional y en la corrupción, algo que no hizo con el “caso Morabito”. El Frente Amplio hace como que se suma a esta “movida anticorrupción” pretendiendo tomar por ingenua a la gente, cuando todo el mundo sabe que el Frente Amplio y el PIT-CNT son dos caras de la misma moneda y la movilización parece haber sido pergeñada por ambos.
Lo que no debemos dejar pasar es que, un partido político y quienes se dicen defensores de los trabajadores pretendan tratar a todo un gobierno de corrupto e instalar el discurso de que existe crisis institucional, sin darse cuenta que generan descontento. Ese malestar arengado, puede terminar con tanto encono contra las instituciones y quienes democráticamente las dirigen, que pueden generar fenómenos como los que se dan en muchas partes del mundo o como vemos en Argentina con Milei.
No todos en el gobierno son corruptos, la crisis política se debe solucionar con decisiones políticas firmes, se le puede exigir más al Presidente en ese sentido, pero también hay que exigirle responsabilidad institucional a todos los partidos políticos.
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