viernes 3 de mayo, 2024
  • 8 am

Lluvia y barro

Padre Martín Ponce de León
Por

Padre Martín Ponce de León

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Por el Padre Martín Ponce De León
La mañana comenzó con lluvia.
Lluvia intensa, lluvia importante, lluvia constante.
Prácticamente toda la mañana se hizo presente una pertinaz lluvia.
Casi sobre el mediodía comenzó a amainar-
Mientras tanto en diversos lugares el agua hacía vivir todo de muy distinta manera.
Pese a la lluvia, en muchos lugares, se podía ver ropa colgada. Tal vez no había lugar bajo techo para añadir algo que aportaría un algo más de humedad a los espacios cerrados.
Por varios lados se veían rostros que mostraban tranquilidad y ausencia de toda preocupación.
Era mediodía pero ellos tomaban mate sabiendo que lo suyo se limitaba a esperar.
En algún otro espacio un pequeño grupo de niños jugaban casi en silencio. Llamó mi atención el hecho de los pocos niños presentes y la usencia de los juegos bulliciosos de los mismos.
Era evidente la presencia abundante de perros que andaban por todos lados pero no se encontraban dispuestos a ladrar o a malhumorarse con un grupo de personas ajenas a las cotidianas del lugar.
En aquel salón compartido entre camas amplias, abundaban ropa amontonada y voces en casi un murmullo pero faltaban los niños jugando o correteando. Muchas personas, tiradas sobre las camas, conversaban en escaso volumen mientras, fuera del salón, un grupo de los residentes, conversaban entre ellos.
Varios ojos muy diversos seguían nuestros pasos en silencio. No debe resultar cómodo ser motivo de que diversas personas lleguen a acercarse a un espectáculo o a algo que no es grato de mostrarse.
Por la tarde ya no llovía pero era lógico encontrarse con los rastros dejados por ella. Charcos y barro, cunetas anegadas o zanjas en medio de la calle que testimoniaban los lugares por donde había corrido el agua.
Allí el encuentro con conocidos y sus necesidades.
Conocidos y sus constantes solicitudes.
Conocidos y sus relatos que manifiestan sus situaciones de vida.
Conocidos y su pobreza que no logra superarse con aislados esfuerzos.
Encuentro algunas más conocidas, nos saludamos puesto que me importan.
Escucharles me permite adentrarme a sus realidades que siempre son complejas.
No puedo ocultar que es una realidad que me desafía y cuestiona.
Me acerco a esos espacios con los ojos bien abiertos como para poder aprender de ellos.
Me dejo ayudar por los comentarios de esas personas que me acompañan y me enseñan de cada situación con la que me encuentro.
La lluvia de la mañana me hizo encontrar con situaciones pasajeras.
El barro de la tarde me llevó a encontrarme con realidades casi permanentes.
Nada es fácil ni es posible la resignación.
En medio de todo eso una pequeña niña (de muy pocos días de nacida) tirada sobre una cama era una luz de esperanza.
En aquella pieza donde escaseaba el espacio y sobraba la dicha ingresaba un pequeño rayo de sol que iluminaba desde esa bebita que regalaba una sonrisa que colmaba su rostro.
La lluvia es circunstancial y momentánea. El barro hace saber de una realidad vulnerable.