Por el Padre Martín Ponce De León
La realidad se impone y se hacen necesarias determinaciones difíciles.
Para cada uno de los involucrados no es una decisión fácil de tomar o asumir.
Después de más de cien años de presencia en la ciudad de Mercedes los religiosos salesianos se retiran de ella.
Sin lugar a dudas no ha sido una decisión fácil ni tomada a la ligera.
Ha sido una decisión difícil y muy rezada.
La realidad es la que determina ante la necesidad de potenciar comunidades y la escases de salesianos religiosos.
En la década del 70 los religiosos salesianos éramos cerca de 300. Hoy somos menos de 65 y esto hace que las comunidades se vean en una necesidad de reestructura.
Ello no es fácil de realizar sin la necesidad de tomar resoluciones que no son cómodas por más que resulten necesarias.
Es así como se llega al fin de una etapa y ello no es fácil de asumir.
Uno siente crecer la necesidad de agradecer a Dios todo lo que se ha vivido durante todo este tiempo.
Gratitud a Dios y a la Iglesia por la oportunidad de una tarea pastoral, aquí desarrollada.
Gratitud a los mercedarios por tantas manos brindadas que mucho han ayudado a los varios y diversos salesianos que por estos lugares brindaron su tarea.
Han sido muchos años donde la gratitud es una necesidad por tanta cercanía y manos tendidas.
Ahora ha llegado el momento de hacer las valijas y preparar la mudanza para una nueva etapa de servicio.
Es un tiempo donde los recuerdos se agolpan y asoman detrás de los más insólitos lugares.
Sin duda que este final de etapa deja un vacío notorio que se debe hacer invitación a rezar por nuevas vocaciones sacerdotales y religiosas.
Junto con esta invitación a rezar por nuevos sacerdotes y religiosos surge la invitación a rezar para que los que ya somos seamos capaces de llevar una vida que ponga de manifiesto que vale la pena ser curas.
Necesitamos, yo el primero y el que más, llevar una vida que sea capaz de entusiasmar a otros en una vida que no es sencilla pero, sin lugar a dudas, es muy fascinante.
Pese a los muchos errores que uno pudo haber cometido sin duda vale la pena ser sacerdote y dedicar su vida a ello.
Vale la pena poner la vida al servicio de los demás a tiempo pleno.
Vale la pena intentar ser instrumento de Jesús para quien lo necesita y busca.
Vale la pena estar disponible para lo que el Señor nos reclama desde lo cotidiano.
Sin duda que uno experimenta el deseo de haber podido ser más útil estando más alejado de las muchas comodidades en las que se refugió.
Por ello la invitación a rezar por los que somos para que algunos puedan descubrir que vale la pena y se es feliz porque realizado como persona.
Una etapa llega a su fin. Comienza otra donde lo vivido debe ser poner el práctica lo aprendido
Es el fin de una etapa donde la gratitud crece y se agiganta desde cada momento.
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