viernes 23 de mayo, 2025
  • 8 am

“La fe hace milagros”: logró vencer las consecuencias del cáncer a través de su fuerte devoción al Padre Pío

Avisos judiaciales

Por Melisa Ferradini.
La figura extraordinaria del Padre Pío es la respuesta divina a unos tiempos difíciles, oscuros, pudiendo decirse que la concentración de virtudes y dones sobrenaturales en su persona es un hecho con el que la divina Providencia quiere hacer una llamada a la conversión en una época marcada por el laicismo y el materialismo, promoviendo esos dones maravillosos con el fin de contrarrestar el poder omnipresente y retador de las sombras que hoy acechan a la humanidad. Dios nos mandó al Padre Pío como una luz para combatir a las tinieblas de mitad del siglo XX, y ofrecer esperanza a un mundo atormentado. En esta entrevista con CAMBIO, Adriana Compá, devota y fervientemente creyente del Padre Pío nos relata su historia de fe con el santo y como vive su presencia diariamente.
SU HISTORIA
“Todo comenzó hace 17 años cuando me diagnosticaron que tenía cáncer”, nos dice Adriana hoy con 62 años. “Siempre fui católica y tenía una deuda conmigo misma que era haber comenzado catecismo y nunca lo había terminado. Para luego tomar la comunión. Siempre estaba en mi mente eso. Resulta que un día visito la Gruta del Padre Pío porque una amiga me invitó y ahí comencé a estudiar su vida y la historia de él. Me identifiqué con él”, relata. “Sentí que me llegaba más allá, que lo que me hacía era llegar a Dios. Era la intersección del Padre Pío. Esa relación personal se fue dando de a poco. Cuando hace 17 años me diagnosticaron la enfermedad comencé pidiéndole y visitando la gruta. Me surgió que cuando me realizaban la radioterapia externa comencé con muchos problemas. Tuve que comenzar el tratamiento de radioterapia interna que años atrás se realizaba con barritas de cesio. Era muy doloroso y por 24 horas no te podías mover”, nos describe. “En ese momento estaban divididas las opiniones de los médicos oncólogos. Tanto los de Montevideo como los de Salto que me estaban atendiendo, no se ponían de acuerdo si me realizaban el tratamiento o no y para mí era una incertidumbre muy grande, no sabía qué hacer”.
El DÍA
Continuando su relato Adriana cuenta que un día le pidió a su esposo y a su madre que la acompañaran y que la llevaran a la gruta que necesitaba conectarse con el Padre Pío. “Que él me dijera lo que tenía que hacer”. Llovía torrencial lo recuerdo perfectamente, fue increíble mi esposo y mi madre no estaban de acuerdo. Hacía un frio y había un viento muy fuerte. Fui y en el momento que llegué ahí donde yo estaba se formó como un círculo y en el cielo, salió el sol y alrededor llovía. Donde yo estaba había sol. Sentí como que me elevaba, ahí tuve conexión con él. Me sentí elevar y veía donde estaban mi madre y mi esposo. “Sentí una voz que me dijo “te vas a salvar”. Tuve 45 minutos dormida y me desperté y dije vamos que me voy a realizar el tratamiento. El Padre Pío me dijo que me lo hiciera. Todos llorábamos. Finalizó ese momento sublime y se largó a llover impresionante. Se fue el sol y en ese momento la lluvia volvió. Fue en ese instante y en ese lugar que yo tuve esa conexión con él. Les transmití a los médicos mi decisión, me lo hice y salió todo bien. En ese momento la conexión con el Padre Pio fue muy fuerte”.
SU CONEXIÓN
“Yo tengo una conexión tan fuerte con Dios y el Padre Pío que hablo con ellos. Le pido que me acerquen algún caso de alguien que conozca o no que tiene cáncer y poder darle la fuerza para seguir adelante y que no se entreguen. Como lo he vivido yo”, sostiene Compá. “Si vos te entregás el cáncer te vence. Pero si hay que darle pelea hasta el último momento. Por supuesto que todo es cuestión de fe. Yo aclaro no es que pises la Gruta y sucede el milagro, es la fe que cada uno tiene que tener. Ser constante con la oración es lo más sanador que existe”.
EL OLOR A ROSAS
Luego transcurrió el tiempo y a los 7 años a Adriana Compá le volvió el cáncer y debió volver al tratamiento con quimioterapia. “Sentada en el sillón de mi casa por el pasillo de mi hogar todos los días a las 19 y 30 de la tarde se hacía presente y pasaba por ahí. Siempre a la misma hora. La persona que me acompañaban en ese instante me preguntaban que había visto porque mi cara se trasformaba. También la presencia del Padre Pío se manifestaba a través del aroma de rosas. Más de una persona lo sentía. He pasado por muchos tratamientos y cirugías y solo sentir su presencia me dio fuerzas para seguir”.