sábado 4 de mayo, 2024
  • 8 am

Identidades

Padre Martín Ponce de León
Por

Padre Martín Ponce de León

386 opiniones

Por el Padre Martín Ponce de León.
“¿Padre, usted se acuerda de mí? Cuando era chiquita me bautizó” (Quien esto me preguntaba ha de tener unos cuarenta años). Después de haber estado treinta años en distintos lugares del país he retornado a Salto para reencontrarme con muchas personas que hacía muchísimos años no veía.
Es evidente que el paso del tiempo se hace notorio en algunas personas a las que debo solicitar se identifiquen luego de que mi mente ha intentado, infructuosamente, recordarles.
En algunas personas es notorio el paso del tiempo pero se mantienen algunas características que los hacen fácilmente recordables.
Hago referencia al aspecto físico únicamente ya que otras realidades de las personas también se encuentran colmadas de modificaciones. “Ya estoy jubilado” “Ya tengo bisnietos” “Mis padres hace años que fallecieron”
El tiempo ha pasado para todos. Aquella niña que sus compañeros distinguían como “la mejor compañera” es hoy una profesional. Sí, el inexorable paso del tiempo deja sus huellas y las mismas son presencia en lo físico o en lo mental.
Resulta un imposible no verse expuesto a esa realidad. Con arrugas o sin ellas, con canas o sin ellas, con recuerdos o sin ellos, jamás dejamos de ser quien somos y ello es, también, demasiado evidente.
Dios siempre nos conoce puesto que, para Él, por más que pueda pasar el tiempo está junto a nosotros. Podemos tener conciencia de su presencia en nuestra vida (fe), podemos sentirlo distante o ausente pero lo real es que siempre está junto a nosotros. No nos conoce por nuestra cédula sino por nuestro ser y nos ama por ser como somos aunque sepa que podemos ser mejores.
Dios nos ama, a cada uno de nosotros, por ser quienes somos. Es un amor que nos individualiza e identifica. Jamás nos va a decir: “Ayúdame a ver si te puedo reconocer” Jamás nos va a decir: “Pah, no me recuerdo de vos” Es un Padre tan cercano que siempre nos está identificando por más que pase el tiempo. Es por eso que necesitamos tener una relación para con Él conforme esa cercanía y ese conocimiento.
Todo lo nuestro le importa e interesa. Con todo lo nuestro nos podemos relacionar con Él y, a su vez, ello nos ayuda a crecer el Él. Esta realidad nos debería llevar a tener, con Dios, una relación de cercanía muy distinta a la que solemos llevar. Por lo general tenemos, para con Dios, una relación de solemnidad y distancia como si Él no fuese nuestro constante compañero de vida.
A Dios le hablamos como si fuese un desconocido lejano que no sabe o no le interesa mucho nuestra vida pero resulta todo lo contrario.
Dios jamás pone distancia de lo nuestro y jamás nos desconoce. Él siempre está involucrado en lo nuestro y deberíamos hablarle con semejante naturalidad y espontaneidad. Para Él no pasa el tiempo y deja de reconocernos. Porque nos ama siempre está junto a nosotros para que le confiemos lo que hace a nuestra vida y que Él conoce muy bien.