domingo 5 de mayo, 2024
  • 8 am

Minúsculos, aislados y soberbios

César Suárez
Por

César Suárez

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Por el Dr. César Suárez
Ha habido muchas fantasías acerca de la existencia de otras civilizaciones fuera del planeta Tierra, pero esas fantasías se han ido en parte dilucidando con el avance de la ciencia espacial y han dejado otras dudas aún más profundas a medida que más se sabe.
El conocimiento de otros planetas del sistema solar ha ido demostrando hasta ahora que allí no hay nada que se parezca a vida tal cual nosotros la concebimos y menos la posibilidad ambiental de cada uno de esos planetas que permitan que un ser humano pueda sobrevivir.
Sin embargo, yo recuerdo perfectamente, cuando era niño y un poco más que se fantaseaba con que el planeta Marte estuviera habitado por individuos denominados marcianos que según se imaginaba tenían un cuerpo a similitud de los humanos con única diferencia de que eran verdes y no sé si no tenían unas antenas en sus cabezas, también se creía que tal vez eran más inteligentes que nosotros, que eran amigables o que eran malvados y en cualquier momento iban a mandar sus mortífera naves a conquistar la Tierra, se hicieron innumerables novelas y películas de dramatismo extremo, que se iban a llevar el agua, que nos iban a hacer esclavos, que nos iban secuestrar pero nada de eso sucedió porque cuando se pudieron enviar a la superficie marciana no había más que tierra árida, casi sin atmósfera con temperaturas extremas tanto para calor como para frío y que quizás en muy lejano pasado, hace miles de millones de años, fue un planeta viable para la vida.
La realidad es que hasta lo que se sabe, estamos solos, perdidos en un universo insondable y quizás infinito y todo planeta más o menos parecido a la tierra está a una distancia de decenas, cientos o miles de años luz, cualquiera de ellos imposible de llegar hasta allí con la tecnología disponible.
La luz se traslada a una velocidad de 300.000 kilómetros por segundo, o sea que demora un segundo en llegar desde la tierra a la luna, la nave más rápida fabricada por el hombre, puede llegar a 30.000 kilómetros por hora, o sea, poco más de 8 kilómetros por segundo y para recorrer un segundo luz necesita 10 horas, imposible llegar a ningún lado más que a los áridos planetas de nuestro sistema solar.
Lamentablemente, la ciencia ha matado la fantasía de antaño, la realidad es mucho más dura que la imaginación y a menos que se encuentre otros caminos de escape, seguiremos habitando puntito insignificante dentro de la inmensidad sobre la superficie de un planeta que hemos denominado Tierra.
Si una nave creada por humanos recorriera no 8 sino 20 km por segundo, demoraría 31 años en salir del sistema solar, sistema que es una insignificancia en la inmensidad del Universo.
Entonces, estamos aquí, en este lugar, inmersos en guerras, poblado por gente soberbia con ambición desmedida, alterando la naturaleza, generando una polución ambiental que va mucho más rápido que la capacidad que la propia naturaleza tiene de neutralizar el daño, el consumo desmedido le da paso a la industria a generar un calentamiento global que se hace irreversible, los hielos continentales se derriten a una velocidad acelerada, los mares se desbordan y las ciudades costeras van en camino a inundarse, los organismos internacionales nunca llegan a un acuerdo y los países del primer mundo llenan de basura al planeta.
A veces me imagino a nuestro planeta como un lugar al que nos han enviado en expirar nuestras culpas, bien aislados en el Universo, castigados con no entender nuestro origen ni nuestro destino, pero a medida que trascurre el tiempo, nos vamos comportando cada vez peor.
Cuanto más se sabe, menos se sabe y cuanto más de progresa más se retrocede porque la misma tecnología generada para construir, se usa simultáneamente para destruir con armas sofisticadas, cada vez más eficientes para arrasar hasta el último vestigio de la civilización humana.