Cristina Panissa es Maestra jubilada, se recibió el 23 de diciembre del año 1983, trabajó 37 años ejerciendo la profesión y se jubiló. Recordó que en esos años cuando se recibió, el programa de la carrera de Magisterio duraba 3 años, y logró el título en época de dictadura, cuando era dificultoso conseguir empleo en la ciudad, por lo cual dio concurso para dirección en el medio rural. Trabajó 8 años como directora en diferentes escuelas rurales, y asegura que la escuela rural le enseñó mucho.
ESCUELAS DE VIDA
“Las escuelas rurales son escuelas de vida, cuando llegué a la ciudad me preguntaba de qué se preocupan los maestros, cuando levantaban un teléfono y lo tenían todo, siendo que yo trabaja en el medio rural cuando las escuelas no tenían ómnibus, el ómnibus te me dejaba en un almacén y tenía que caminar más de 12 kilómetros para llegar a la escuela, el coche pasaba solo martes o los sábados, y estuvo un tiempo sin ir, lógicamente para no faltar tanto a la escuela, me tenía que quedar 15 o 20 días” señaló. Cuando se trasladó a la ciudad, dejó de ser directora porque no había cargos de dirección en Salto, fue maestra en escuelas como 98, 5, la única institución privada que trabajó fue en Colegio Vaz Ferreira, durante algunos años trabajó en doble turno, y toda su carrera la disfrutó.
MAESTRA DE VOCACIÓN
Panissa se describe como una maestra de vocación. “Amé mucho lo que hice, di todo de mí y con mucho cariño, si vuelvo a nacer vuelvo a ser maestra, es algo muy lindo y me encariño mucho con mis alumnos, siempre los escuché, un docente debe escuchar a sus alumnos para ver por qué situaciones están atravesando, no hay que centrarse solamente en enseñar, hay alumnos que muchas veces están atravesando situaciones por las cuales se les hace difícil pensar y concentrarse para aprender” destacó. Recuerda que cuando dos alumnos se enojaban y peleaban, además de poner orden en su clase, Panissa solucionaba el conflicto haciendo que los involucrados se pidan perdón y se den un abrazo, y hasta que el perdón y el abrazo no sean sinceros, hasta que el abrazo no sea apretado y con ganas, no dejaba que los niños siguieran sus actividades. “Cuando lograba poner límites, que el abrazo sea fuerte y el perdón sincero, todo terminaba en risas y cariños, porque los demás alumnos de la clase aplaudían cuando un acto de esto ocurría, era muy lindo, siempre traté que mis alumnos sean como familia, que se lleven bien, que haya amor en la clase, porque más adelante la vida los encontraría en un lugar u otro, y debían tener un buen recuerdo, y si había un mal momento como una discusión, se iban a acordar que lo supieron solucionar de buenas y cariñosas maneras, son valores” expresó.
NO LE FALTÓ NADA
Aunque la situación económica no era favorable, decidió en un momento de su carrera ir a trabajar en escuela de chacra, porque no conocía su cultura. “Fue la mejor experiencia que tuve, pudiendo estar en la ciudad, me fui a Escuela 16 de Parada Herrería, se me ocurrió la loca idea de hacer un invernáculo y trabajar en él con los niños, digo loca idea porque todo el mundo de la zona me decía que no iba a ser posible, que no había dinero, que los padres de alumnos eran duros y no iban a colaborar, pedí dinero y colaboración a todo el mundo (risas), el proyecto salió buenísimo, logramos un gran invernáculo de flores y de hierbas aromáticas, esos niños disfrutaron mucho y aprendieron algo diferente, siempre busqué que los niños aprendan cosas para defenderse en su ámbito o a futuro, y lo recuerdo con mucho amor” finalizó. Panissa solicitó que su entrevista finalizara con esta frase “el primero que debe llegar feliz al aula es el docente, transmitir conocimiento es importante, pero transmitir felicidad es fundamental”.
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