lunes 16 de diciembre, 2024
  • 8 am

Mirando hacia adentro

César Suárez
Por

César Suárez

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Sol

Por el Dr. César Suárez
Todos nuestros sentidos nos ponen en contacto con lo que nos rodea y aunque hay cosas que nuestros órganos no pueden percibir, la inteligencia humana ha logrado encontrar las herramientas para mostrarnos lo que está más allá se nuestra percepción, descubriendo secretos de la naturaleza a través de sofisticados instrumentos que progresivamente nos permiten percibir todo lo que estaba oculto a nuestros sentidos.
La naturaleza nos dio la capacidad de oír hasta cierta distancia, la inteligencia y la tecnología no permitió prolongar la distancia a toda la superficie de la tierra a través de instrumentos como el teléfono, la naturaleza nos dio la facultad de ver hasta cierta distancia, pero la inteligencia y la tecnología nos permitió extender el alcance de nuestra visión a cualquier parte de la tierra a través de video cámaras inteligentes y esa inteligencia nos permitió la capacidad de oír y de ver al mismo tiempo a través de la combinación de tecnologías que no paran de asombrarnos.
De este modo uno puede ser atento observador de la naturaleza que nos rodea, percibiendo imagen y sonido de todo el entorno y extender esta percepción a cualquier otra parte del mundo que habitamos con los instrumentos que disponemos.
En la medida que vemos y que oímos podemos comprender y juzgar el entorno, incluyendo a demás personas, observar sus imágenes y sus conductas y hacernos una idea, generar una opinión y terminar por juzgar comportamientos, aceptar, rechazar, admirar o despreciar y a pesar que todos los cerebros son anatómica y funcionalmente parecidos, las opiniones que se genera, suelen ser diferentes y en ocasiones, diametralmente opuestas y a través de esas percepciones, llegar a ponernos de acuerdo o a discrepar en forma extrema.
Nuestros ojos, nuestros oídos, nuestro olfato, suelen percibir claramente a cada uno que nos rodea y hasta calificarlos de acuerdo a la percepción que nos genera.
Sin embargo, toda esa facilidad que nos facilitan nuestros sentidos para percibir a los demás, no solemos usar la facultad para observarnos y escucharnos a nosotros mismos y solemos conocer a la perfección a todos los que tenemos cerca pero no nos conocemos a nosotros mismos.
Claro, esos maravillosos órganos que nos ayudan a evaluar el entorno y a los demás, no están diseñados para vernos y escucharnos, para ese fin disponemos de otros órganos, lamentablemente poco entrenados y que funcionan mejor con los ojos cerrados y con los oídos tapados, es nuestro cerebro, nuestra memoria, nuestra inteligencia que nos permiten desarrollar nuestra capacidad de reflexión, de meditación y que permiten un análisis interior, preferiblemente en la oscuridad y en silencio absoluto.
Es en esas circunstancias, sin testigos, con absoluta libertad, nuestro cerebro puede razonar, las ideas pueden volar revisar cada circunstancia sin interferencias, recorrer todo nuestro interior, salir hacia el entorno y extender nuestro recorrido fantasiosamente a todo el planeta y el universo sin ninguna nave que nos transporte.
Ahora con toda la parafernalia, de luces de colores que saturan nuestros sentidos y distraen nuestra atención, se hace más necesario que nunca, girar la mirada y mirar hacia nuestro interior donde seguramente hay un enorme universo inexplorado, desconocido que por no explorado nos hace asumir conductas erráticas porque con tanto estimulo exterior no nos deja espacio ni tiempo para la reflexión.