Por Cecilia Eguiluz
Leer el mensaje inicial del programa de gobierno de Carlos Albisu no solo genera esperanza, sino también una renovada confianza en que Salto puede, efectivamente, mucho más. Porque no se trata solo de palabras bien elegidas ni de promesas vacías. Lo que transmite Albisu es algo distinto: una visión clara, sentida y profundamente conectada con la realidad de nuestra gente.
Lo primero que resuena es su cercanía. No hay en su mensaje una mirada lejana o técnica desconectada de lo cotidiano. Al contrario, hay empatía. Se nota que conoce los barrios, que ha caminado por nuestras calles rotas, que ha conversado con vecinos frustrados por la falta de oportunidades, pero también animados por el deseo de salir adelante, de cambiar. Esa escucha activa es lo que da sentido a su propuesta: un programa nacido desde abajo, desde el territorio, elaborado con participación y con responsabilidad.
Albisu no maquilla los problemas. Reconoce que Salto ha sido postergado, que nuestros jóvenes se van, que falta gestión. Y ese reconocimiento no es resignación, sino punto de partida. Lo que propone es una transformación seria y realista: una Intendencia moderna, eficiente, que no se pierda en discursos grandilocuentes, sino que actúe, planifique y dé resultados concretos.
Lo que más valoro de este enfoque es su honestidad. No se promete lo imposible, se plantea lo necesario. Se habla de una administración que escuche, que rinda cuentas y que trabaje en equipo. Que entienda que gobernar es transformar vidas, no simplemente cumplir funciones. Esa es una definición de política que comparto profundamente: estar al servicio, no servirse.
El programa, tal como lo presenta, parece tener una lógica transversal: mejorar la calidad de vida de las personas en todas las áreas. Ya sea con obras tangibles como la recuperación de calles, o con políticas más profundas como el apoyo a emprendedores, el fomento al turismo, o la protección del ambiente y revalorizar la cultura y el arte. Cada acción está pensada para impactar positivamente en la gente, especialmente en quienes más lo necesitan.
Este no es un programa para la tribuna ni para ganar titulares. Es una hoja de ruta concreta, que invita a construir un Salto diferente entre todos. Porque como bien dice Albisu, no depende de una persona, sino de una comunidad que decide dejar atrás la resignación y apostar por la esperanza con planificación y diálogo.
Personalmente, creo que es tiempo de dar ese salto. De confiar en que sí se puede. Y de acompañar a quienes no vienen a improvisar, sino a trabajar con seriedad, compromiso y amor por esta tierra. Carlos Albisu, con este programa, demuestra que tiene lo más importante: una visión clara, los pies en la realidad y el corazón en Salto.
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