Por Armando Guglielmone.-
Hay cosas que por parecer obvias no se les da la importancia que tienen y muchas veces tenemos problemas de conducta y no sabemos cómo corregirlos pues no hemos usado las herramientas disponibles de la manera adecuada. Los collares son una de estas, usando el correcto de la manera adecuada será más fácil obtener control en la conducta de nuestro perro, usando el incorrecto podemos incluso potenciar la inconducta de este.
Para entender el por qué del uso de un collar o por qué uno sirve y otro no, primero debemos entender cómo funciona la jerarquización en los cánidos en general.
La dominancia o sumisión entre estos viene marcada desde que están en la camada a poco del nacimiento manteniéndose a lo largo de la vida. Desde pequeños unos intentarán someter a otros mordiéndose en el cuello, con los de menor dominancia sometiéndose con gestos y sonidos, incluso la madre los transporta o regaña usando el cuello como punto de agarre para así marcarles su superior jerarquía. A medida que crecen y entran en un hogar, ya de pequeños la manera más etológica de corregirlos es tomándolos de la piel del cuello, haciéndoles de esta manera sentirse dominados por alguien de mayor jerarquía. Esto redundará en mayor control sobre el mismo a medida que va creciendo. Cuando ya tenga un tamaño que nos dificulte levantarlo de la piel hará su aparición el collar, de cinto, común y corriente. Usándolo le haremos ver que ciertas conductas son corregidas sacudiéndole de forma medida mediante el collar, o, con una correa, dándole tirones secos proporcionales a la falta. Pero hay veces que aún así el perro nos desafía no acatando los correctivos, acá es donde aparece la asertividad al elegir otro collar. Básicamente tendremos dos opciones, el collar de cadena o ahorque y el collar de pinchos. Hay una tercera opción que es el collar electrónico, pero no lo recomiendo si no se sabe bien cómo usar, porque podemos llegar a corregir prontamente a nuestro perro, pero también arruinarlo.
Así que tendremos estos primeros dos, el primero de ahorque, lo recomiendo exclusivamente con perros con alto grado de agresión intraespecífica o hacia las personas. Nos permitirá sacarle aliento mediante el ahogo rápidamente, logrando que, si mordió o intenta hacerlo, desista pronto por la necesidad imperiosa de respirar. Esto obviamente le restará energía rápido, lo que afectará la resistencia del mismo. El otro collar, el de pinchos, funciona a la inversa, al tirar de la cadenita que tiene lo que hará el collar será un remedo de mordisco, un pellizco, activando al perro, pero marcándole con esta acción que somos nosotros quienes mandamos. Si no se tira de la cadenita el collar es totalmente neutro en cuanto a corregirlo, pero con la ventaja que funciona como predisponente de conducta, haciendo que el perro entienda que si obedece no hay correctivo. Es el más productivo y muchísimo menos dañino que el de ahorque, que como dice la palabra, ahorca al perro. Aún así hay muchos que piensan que es al revés, incluso recomiendan el de ahorque, diciendo el disparate que el otro sí, pero con los pinchos para afuera. Ya los pretales serán limitados a perros de servicios o tareas específicas, habiendo casos de perros con problemas físicos en los cuales también serán útiles, pero recuerde, nunca funcionarán como ayuda para educarlo.
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