Por el Padre Martín Ponce de León
Es indudable que cuando redacto un artículo quedan, dentro del mismo, muchas cosas por decir. Hay un espacio que debe ser respetado y hay ideas que no sabría encontrar las palabras para expresarlas.
En oportunidades aparecen ideas que quedan en la tinta y no llegan a ver los renglones ya que se me hace muy difícil ubicarlas dentro del texto o porque me apartarían de lo que vengo escribiendo o de lo que quiero manifestar.
Debo reconocer que, a lo largo de estos casi cuarenta años que ocupo este espacio que el diario me permite utilizar, mucho recuerdo aquel tiempo en el que le decía a (Carlos) Artía “Yo no sirvo para eso. Escribo con la condición de que, si no sirvo, me lo dice con toda tranquilidad”
Con el tiempo he ido aprendiendo en este tema de hacer artículos. Pero, debo reconocerlo, aún tengo mucho para aprender. Ha pasado el tiempo y continúa sin resultarme sencillo redactar los artículos. Porque no encuentro el tema o porque a ese tema comenzado no logro hacerle ocupar el espacio requerido o porque no tengo las palabras como para plasmar las ideas.
Sin lugar a dudas que, dentro de un artículo, quedan muchas palabras por fuera del mismo. En oportunidades son palabras que uno no desea pronunciar para no llevar al artículo por senderos muy intimistas o demasiado particulares.
Por lo general, cada artículo corresponde a algo que me ha tocado vivir o ha estado ocupando espacio en mis pensamientos y, por lo tanto, cada uno de ellos son trozos de mi vida que comparto desde estos divagues.
Sé que mi lenguaje es muy limitado con respecto a la inmensa cantidad de palabras que posee nuestro lenguaje. Con lentitud voy aprendiendo a utilizar los signos de puntuación, cosa que me cuesta muchísimo. Sé que voy aprendiendo a ponerme en este espacio sin el temor a decir nada o pensar que son ridículos mis planteos.
Pasa el tiempo y descubro que, aún, siguen sorprendiéndome algunos comentarios sobre lo por mí escrito. No faltan quienes me comentan sobre lo que dije sobre determinada persona cuando ni había pensado, al redactar el artículo, en esa persona. Tampoco falta quien me pregunte sobre quién escribí y ello es un algo que no me interesa compartir, de serlo utilizaría nombres de las personas aludidas y, ello, es un algo que nunca realizo.
Están aquellos que preguntan sobre el poder utilizar algún artículo para tal o cual uso y, siempre, respondo lo mismo: “Una vez publicado deja de ser mío y, usted, le puede dar el uso que desea”
Pero, volviendo a lo del comienzo, es indudable que debo aprender esas palabras necesarias para que no me falten tantas que me hace que, muchísimas veces, no logre poner en renglón esos trozos que hacen a mi vida y, lo sé, no tengo prurito en compartir.
Me faltan palabras para poner en renglón toda mi experiencia con “los pide pan” o todo lo que aprendo en mis encuentros con alguna persona o todos los desafíos que hacen a mi vida. Son realidades simples, pero no me resulta tan sencillo encontrar esas palabras adecuadas como para realizar un artículo.
Me faltan palabras para, en cada artículo, poder manifestar la “buena noticia” de Jesús, porque, lo sé, muchas veces no llego a ella como si no estuviese presente en todo lo que hace a nuestra vida.
Me faltan palabras para que estos artículos sean de utilidad porque con un aporte o algún cuestionamiento o alguna ayuda en nuestra tarea de ser mejores personas.
Me faltan palabras. Sin duda alguna, debo continuar aprendiendo y, para ello, dejarme ayudar que siempre es necesario.
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