Por Alexandra Ledesma
Socióloga y Educadora Sexual
Cuando hago referencia a la culpa de la mano del placer, lo voy a llevar directamente al plano femenino, porque es allí donde la culpa se desenvuelve como pez en el agua.
Y no, no es algo nuevo, es histórico que el placer y las mujeres no podrían jamás ser vistos de mano.
Pero no por un sentir propio sino que instalado, y reafirmado a lo largo de la historia. Fue negado, invisibilizado, inapropiado, y hasta visto como actos de inmoralidad.
Desde siempre hasta nuestra actualidad, no es raro ver a una mujer sentir culpa, hasta vergüenza, hasta incluso al escuchar a otros hablar de diversos temas que involucren a la sexualidad.
Aun hoy hablar sobre ello implica tener que romper estas creencias impuestas, tabúes, mitos, que solo alimentan el retroceso.
El cuerpo de la mujer ha sido, por los siglos de los siglos, controlado, señalado, juzgado y en muchas oportunidades, se busco silenciar y eliminar su libertad.
Es por ello que es más que necesario reconocer los límites impuestos que llevan a vivir el placer desde lo culposo y no desde el goce pleno.
Limites desde lo social y cultural, desde la desinformación, de la mala educación o de la información incompleta que abarcan desde la anatomía pura y dura hasta las zonas erógenas.
Los mandatos son fundamentales en esta historia maldita, nada peor que crecer creyendo que las mujeres están programadas para obedecer sin cuestionar, para cumplir netamente un rol pasivo, donde el placer no era de “buenas señoras”, sino todo lo contrario, era algo sucio, vulgar, inmoral, inadmisible hasta en el lenguaje.
Todo ello implica un gran daño a la forma en que vivimos el placer en nuestros cuerpos, nos limita incluso el autoconocimiento, el saber desde la autosatisfacción aquello que nos gusta y aquello que no.
Pero los obstáculos no terminan ahí, las limitantes culturales también se traducen en una creciente desconexión con el cuerpo, el hecho consiste en apartarse desde lo emocional, evitar sentir por miedo a la culpa.
También juegan un rol muy especial lo que hoy consumimos en las redes sociales, ver cuerpos que se acercan mucho al estereotipo que se cree perfecto, se traduce en inseguridad para las mujeres reales, disminución o pérdida total de autoestima, pueden bloquear por completo el goce.
El sentirse poco valiosa, poco atractiva, no permite el disfrute con un otro ni mucho menos con uno mismo.
Pueden haber otros motivos, como vínculos disfuncionales, donde existen falta de límites, abusos, mala comunicación, falta de confianza, o relaciones donde la dependencia emocional genera sometimiento.
Claro está que existen también limitantes desde lo biológico y físico, desde el vaginismo, hasta el consumo de fármacos por otra razones que impactan directamente en la libido.
Pero no todo está perdido, existen caminos que nos conducen al placer, no podemos reescribir la historia pero si podemos escribir nuevos capítulos, mejorar la educación sexual integral, revalorizar al placer, que sea posible vivirlo, hablarlo, compartirlo sin culpas, entendiéndolo como parte de la salud y del bienestar de cada ser humano.
Erradicar el miedo a la autoexploración, a la masturbación, a tocarse para reconocer que si y que no, pero desde la libertad, desde el poder que nos da habitar nuestro propio cuerpo sin postergarnos, siempre hablándonos con amor y comprensión. La lucha no debe ser con nosotras mismas, sino con todo aquello que nos quite la posibilidad de ser y sentir con libertad.
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