martes 26 de noviembre, 2024
  • 8 am

Otra vez, los mosquitos

César Suárez
Por

César Suárez

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Por el Dr. César Suárez
Nadie es tan malo para que ninguna persona lo quiera y nadie es tan bueno para no tener enemigos en diferente escala.
A pesar de todo, la mayoría convive con el resto de la sociedad, no sin conflictos pero habitualmente, como dice el refrán popular, salvo excepciones, no suele llegar la sangre al río.
Yo me reconozco a mi mismo como un hombre de paz lo que no me inhibe de discrepar con la acción y pensamiento de muchas personas, a veces en forma circunstancial y otras en forma permanente pero tengo un enemigo inquebrantable que por suerte no es de estirpe humana pero con el cual estoy en guerra desde que me conozco y con el que jamás podré hacer las paces.
El mosquito.
Más bien los mosquitos que se han instalado a mi alrededor en plan de guerra y me atacan con toda su artillería en cualquier momento que sea y me vuelven loco.
Tienen un ejército que hasta ahora me ha resultado invencible y disponen de una fuerza aérea descomunal. Yo cuento a su vez con mi arsenal defensivo, repelentes, espirales, aerosoles, pero no hay de nada, ello siempre se las ingenian para atacar y llenarme de ronchas.
Ahí están, con presencia casi transparente, prácticamente invisibles, como suspendidos el aire, en ocasiones con un zumbido que te orada las ideas mientras anuncian su presencia, pero hay otros más modernos, totalmente silenciosos que vienen por mi sangre, se la llevan de a poquito y a cambio me dejan una roncha insoportable que me enloquece.
Me arde, me pica, me desespera. Su sitio favorito es detrás de mis tobillos o en el dorso de mis manos, pero tampoco se privan del resto de mi superficie corporal con ataques aéreos infernales.
No sé que papel juegan los mosquitos en equilibrio ecológico, por ahí, capaz que son necesarios, lo que estoy seguro es que yo, no los necesito aunque parece que ellos me necesitan a mí.
Para peor, hay una variedad interminable y forman “organizaciones terroristas” en todas partes del mundo.
Los que yo tengo en mi casa, son más o menos pacíficos porque sólo pican, pero en otras partes, cargan sus tanques con poderosos venenos y salen a la casa de cualquier distraído. Aquí nomás, cerquita, concentran su cuartel general en Arenitas Blancas, denominados flebótomo del género lutzomyia y trasportan un protozoario que consiguen a través de picaduras de perros infectados y se lo pueden trasmitir a las personas generando una grave enfermedad denominada leishmaniosis.
Estos aterradores insectos suelen contar con la complicidad de algunos humanos que ocultan a perros enfermos que son la fuente proveedora de este fatídico parásito.
Como todo buen ladino, este flebótomo, mandan a las hembras a picar mientras ellos se quedan holgazaneando por ahí.
Pero la cosa no queda ahí, hay varias organizaciones terroristas de mosquitos que suelen atacar con otras armas letales a las personas.
Hay una organización de mosquitos terroristas denominada Aedes aegypti que suele contar con un arsenal peligroso y variado en el rubro de los virus, pudiendo provocar en los humanos numerosas y graves enfermedades que suelen ser mortales o dejar secuelas de estirpe variable dentro las que se encuentran el dengue, la fiebre amarilla, la artritis epidémica de chikunguña, la fiebre de Zika, y el virus Mayaro.
Estos mosquitos mal nacidos, causan en el mundo, alrededor de cincuenta millones de infecciones cada año y provocan alrededor de veinticinco mil muertes anuales.
Cada organización de mosquitos tiene sus armas exclusivas y una de las más importantes es una que forman los mosquitos anopheles cuyas armas mortales son biológicas conformadas por parásitos denominados Plasmodium: Plasmodium falciparum, Plasmodium vivax, Plasmodium malariae, Plasmodium ovale o Plasmodium knowlesi que provocan en las personas atacadas malaria o paludismo que suelen matar entre uno y dos millones personas por año en las zonas endémicas.
Ante todo este complejo panorama, prefiero quedarme con los mosquitos que merodean en mi casa que sólo pican y que si bien te llenan de ronchas insoportables, no te dejan otras secuelas, aunque a la hora de elegir, preferiría no tener que soportar a ninguno.
Sin ellos la paso bien.