Por Padre Martín
Ponce de León.
Con motivo de la suspensión de las clases y no ver pasar más los niños rumbo a la escuela su semana se ha convertido en un prolongado domingo.
“Me aguantas hoy aquí porque como es domingo me engato”
Dada su condición pensaba era el único de nuestros comensales que podía vivir este tipo de situación.
No hace mucho, un viernes, llegábamos a casa y, sentado en un escalón, esperaba que la puerta fuese abierta para la mesa compartida.
Hablo con él desde la reja para saber la razón de su presencia. “Estoy esperando abras para el comedor”. Le explico que los viernes no hay comedor. “Yo pensé que hoy era jueves”
Él, también, estaba entreverado con los días.
Para nosotros, los cristianos, hoy es una oportunidad en la que no podemos entreverarnos.
Es la PASCUA y no es una celebración menor en nuestra existencia.
Jesús resucita vencedor ante la muerte y ello no puede resultarnos indiferente.
Es la oportunidad para renovar esos sueños que, tal vez, algún día, dejamos morir en nuestro interior.
Dejamos morir porque eran un imposible.
Dejamos morir porque era demasiado utópico.
Dejamos morir porque carecía de realismo.
Eran sueños que un día dieron razón de ser a nuestras acciones pero, luego, les fuimos dejando de lado y se adormecieron en nuestro interior.
Eran sueños de compromiso con un mundo mejor y de tareas en pos de la dignidad de todos pero quedaron de lado porque resultaban demasiado exigentes.
Poco a poco, los únicos sueños que convivían en nosotros eran los de menor esfuerzo y segura concreción.
Eran sueños a corto plazo y que nos dejaban el amargo sabor de la insatisfacción.
Sabíamos sobrevivíamos pero no lográbamos tener el gusto realizador de descubrir vivíamos porque nuestra vida con pleno sentido.
Es la gran oportunidad de hacer aflorar esos sueños que descansan en nuestro interior y volver a jugarnos por ellos.
Son sueños que necesitan nuestra convicción y nuestra disponibilidad para con ellos.
Son sueños que implican nuestro coraje para hacer algo por ellos.
Es, en cierta medida, animarnos a salir a la intemperie y comenzar a dar pasos en pos de ellos y su realización.
La resurrección de Jesús nos muestra que ello es posible porque lo imposible ha sido vencido.
La resurrección de Jesús nos enseña a no bajar los brazos y darnos por vencidos.
Con Él y desde Él todo es posible porque no estamos solos en esta tarea de concretar los sueños.
Es tiempo de volver a asumirlos y poner nuestros mejores empeños en pos de ellos.
Es tiempo de mirar hacia adelante con coraje y optimismo y saber que ellos son posibles.
Por ello está bueno poder aprovechar este tiempo de Pascua para renovar nuestro compromiso con nuestros mejores sueños.
No podemos entreverar estos días y añadirlos a unos más de nuestro vivir.
Son días por demás particulares y, parecería, todo conspira contra ellos. La cuarentena voluntaria nos hace encerrarnos en nosotros mismos y ver la realidad desde nuestra ventana.
No podemos entreverarnos y considerarlo un tiempo más porque no lo es. Es un tiempo demasiado especial.
Por ello es que es un buen tiempo para dejar aflorar nuestros sueños y comenzar a jugarnos por su realización.
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