Por el Dr. César Signorelli
El Mundo se encuentra inmerso en una situación que genera fuertes incertidumbres para el futuro. En todos los planos.
En lo que tiene que ver con lo económico y los efectos en lo social. Nada aparece claro.
Las empresas (en la expresión o concepción de unión de capital y trabajo), que en definitiva son el motor de la economía, sobre todo aquellas que generan y demandan más mano de obra, han visto reducidas sus ganancias, en algunos casos las han resignado por completo a la espera de que las cosas cambien y, en otros, sencillamente han perecido.
La imaginación en el diseño de estrategias de organización se estimula entonces.
Y es así que la planificación, la organización de los factores y el orden, sea en esfuerzos, gastos, inversiones y demás aspectos, deviene imprescindible.
Como es bien sabido, en el paisaje empresarial nacional, con marcada base en empresas de pequeño o mediante porte produciendo bienes no transables, no resulta posible ninguna salida sin la intervención del Estado, ya sea mediante asistencia directa, suspensión de las obligaciones fiscales y otros pagos, además de las prestaciones a través de la Seguridad Social, entre otros.
En general todas estas alternativas pre existen a la situación actual, y se ha acudido a ellas, en algunos casos haciendo algunos ajustes, como muy claramente ocurriera con el seguro de paro, flexibilizándolo para las dos partes, tanto el acceso al subsidio, como asimismo en la posibilidad de acudir a esa herramienta para las empresas, extendiéndose temporalmente incluso su utilización.
Todas soluciones coyunturales, con límites en el tiempo, o sea, medidas pensadas para impactar en situaciones y momentos específicos. Pero nadie puede predecir cuánto va a durar esta situación, siquiera si la misma se va a revertir por completo.
Entonces es necesario empezar a pensar y diseñar nuevos modelos de organización, que impliquen optimización de los recursos, sin resentir derechos.
Nuestro ordenamiento ofrece muchas alternativas, a las que no se acude con frecuencia. En algunos casos por desconocimiento y en otros, simplemente porque los ciclos positivos de la economía no lo hacían necesario. Pero tal vez hubiere resultado conveniente. Ahora, con los márgenes reducidos se tiene otra perspectiva.
No se trata de otra cosa que de ajustar los costos de producción, en el caso, el laboral, a las necesidades específicas y puntuales de la empresa, sin resignar los derechos de los trabajadores.
Y en tal sentido conviven normas y formas contractuales que facilitan, permiten y hasta facilitan alternativas diferentes.
Y es así que es posible encontrar una gama de posibles modelos de contrataciones en la ley de empleo juvenil (la que no solo subsidia, sino que además brinda asistencia directa, abonando el salario de la persona contratada), que si bien no ha resultado muy exitosa ni extendida su aplicación, va a recibir cambios que la harán más viable. Sin perjuicio de soluciones contractuales temporales o para la ejecución de cierta obra o tarea, las que pueden ser acompañadas de flexibilizaciones horarias mediante adendas de contratos, dentro de los límites que admite la ley.
Se agrega a estos una adecuada planificación de pasajes alternados, cíclicos y permanentes a seguro de paro.
También es posible acudir a una adecuada utilización de procesos de externalización empresarial, las comúnmente llamadas tercerizaciones, a través de empresas que ejecutan una parte del trabajo principal, o bien en áreas de apoyo.
Hay muchas más herramientas, pero en esta oportunidad únicamente mencionamos algunas, sin entrar a su desarrollo, en la medida de que el objetivo que buscamos con este artículo es llamar la atención sobre posibles variantes que, utilizadas en forma adecuada, pueden significar ahorros significativos y mejorar la rentabilidad de la empresa.
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