sábado 23 de noviembre, 2024
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Tentado

Padre Martín Ponce de León
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Padre Martín Ponce de León

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Por el Padre Martín Ponce De León
La Iglesia nos pone, siempre, al comienzo de este tiempo fuerte de amor, el relato de los evangelios donde Jesús es tentado.
Es un relato con un profundo sentido de enseñanza más que un relato con visos históricos.
Es para mostrarnos que no debemos temer al hecho de ser tentados ya que ello puede ser superado por ese intento de coherencia interior al que estamos llamados a vivir.
No estamos exentos de alguna tentación puesto que ello es parte de nuestra condición de personas.
Es por ello que nos ponen a Jesús viviendo esa realidad que es propia del ser humano.
Hasta en eso ha querido ser igual a nosotros. Asumió todo lo nuestro.
Las tres tentaciones que el relato evangélico pone que vivió Jesús corresponde a las tentaciones que vivían los primeros cristianos.
Ellos eran tentados para que, abandonando el cristianismo, recibieran seguridad, poder y fama.
Algunos sucumbían ante esas tentaciones mientras algunos otros se mantenían fieles a la nueva propuesta religiosa por la que habían optado.
Las tentaciones no siempre son entre lo bueno y lo malo. La mayoría de las veces es una invitación a tomar un atajo entre lo que vivimos y lo que queremos llegar a hacer.
Es una invitación a lo más fácil o a lo menos complicado.
Es una invitación a la realización de nuestro camino dejando de lado la vivencia del proyecto de Dios.
La tentación es lo que nos hace creer que ello no importa o no afecta a nadie y si lo hace es un daño menor o colateral que no hay que tener en cuenta.
Es aquello que se nos presenta como una excusa válida para aceptar o realizar nuestros renunciamientos para con la historia.
Una historia que no debemos, con nuestro actuar, frenar su proceso ni pretender acelerarlo.
El atajo que se nos presenta, en muchas oportunidades, pasa por este quitar a Dios de lo cotidiano para trasladarlo a lo abstracto.
Entonces, la vida cotidiana se nos transforma en un permanente campo de batalla donde nada nos debe detener en pos de nuestros objetivos.
En oportunidades, también, el atajo se nos presenta en cuanto a hacernos creer que estamos sobre los demás y podemos utilizarlos, abusar o disponer de ellos conforme nuestros caprichos.
Vivir conforme el proyecto de Dios es un camino sin atajos y, cada vez que somos tentados se nos presenta como la oportunidad de haber encontrado uno y el mismo nos facilita la vida.
Dios nos ofrece un camino de servicio, tarea, cercanía y disponibilidad. El atajo nos presenta un camino de nosotros mismos, de actividades escasas, de aislamiento y de negación de los demás.
Jesús sabe encontrar en Dios la fuente para poder superar el hecho de saberse tentado.
En oportunidades, ante nuestras tentaciones, solemos intentar aplicar alguna «receta casera» pero las mismas nos resultan de una eficacia transitoria o de utilidad nula.
El hecho de ser tentados nos debe hacer tomar conciencia de nuestra fragilidad personal y de la necesidad de acudir a Dios como única ayuda verdadera.
No debemos tener miedo al hecho de ser tentados sino al hecho de dejarnos convencer por ese atajo que se nos presenta.
Suponemos no afecta a nadie el que en lugar de caminar junto con… lo hagamos en soledad.
Suponemos ello nos facilita las cosas en lugar de complicarnos como siempre resulta el adecuar nuestro camino al de los demás.
Suponemos y, es lo correcto, que sin dejarnos ayudar por Dios nuestra búsqueda de coherencia es un imposible.
Por ello sí al camino, por más arduo que nos resulte y no al atajo por más cómodo y rápido que se nos presente.