Nos seguiremos queriendo
Por Gerardo Ponce De León
El domingo 18, sobre el medio día, me llaman para avisarme que había partido a la casa del Padre Enrique Bisio, sacerdote salesiano. La verdad que lo primero fue una gran sorpresa, dado que el jueves por la tarde, me encontré con el hermano de él y hablamos sobre Enrique; el cual tenía a todos asombrado por lo bien que venía mejorando. Le comenté que lo había llamado a su celular y que estuvimos una charla muy tranquila.
Para colmo de males, me llega al celular, un WhatsApp, en el cual Enrique nos habla sobre la Luz, teniendo en sus manos un cirio. Como siempre, en su forma de decir las cosas, directas y sencillas para que todos entendamos cual es el mensaje.
Un cura sencillo, dispuesto y sobre todo muy alegre. Con muy buena entonación (no sé si buena voz o muy entonado). Llegaba a dar un bailecito en ciertos momentos de la misa y nos pedía que cantáramos con ganas y fuerza, ya que el canto era como rezar dos veces. Si nuestra contestación era suave, se ponía la mano en la oreja y nos decía: “¿Que dijeron? que no escuché”.
Cuando él pasaba y estábamos reunidos con la gente se arrimaba dando buenas tardes y hacía una broma a quien le quedaba a su lado, luego nos hacía rezar una oración (normalmente un Ave María) y nos daba su bendición. Nunca le tuvimos que pedir algo, él lo hacía naturalmente. Al retirarnos, junto a su saludo, iba su frase preferida: “Nos seguiremos queriendo”.
La sonrisa en su boca, atendía cualquier pedido y nos daba la libertad de acción. Cuando nos decía que no, teníamos que cambiar de rumbo, porque era firme. Cuando se reía lo hacía en una forma sonora y nos demostraba si sinceridad. Fue una
época de crecimiento, nuestro, personal y de la querida “Filomena”. Esperaba nuestra retirada y a los que normalmente estábamos con la gente, al irnos, aparecía su frase: “Nos seguiremos queriendo”. Su alegría y la de otro salesiano (que no voy a dar su nombre), hacía empatía con la gente de la Filomena, ya que era verlo y brotaba, ahí está el Padre o el cura Enrique.
¡Como no lo vamos a querer, como no lo vamos a extrañar! Les quiero aclarar que no tienen que rascar mucho, para encontrar dentro de mí, a un salesiano; dado que mi vida estuvo siempre girando muy cerca a ellos, mi segunda casa era el Colegio Salesiano. No quiero con esto decir que voy a negar mi cercanía a otros sacerdotes, que no son de esta congregación. Con Martín, ni se tiene que rascar ya que es sacerdote salesiano. Fuimos desde chicos allegados a esta congregación.
De Enrique conozco a casi todos los integrantes de su familia. A la madre y la hermana mayor, no los recuerdos; pero si a todos los demás. Don Aniceto, Rosario, Beatriz, Héctor, Luis, Santiago y Dardo. Como todo ser humano tenía defectos, pero el más grande y que sufría por él, era el cuadro de sus amores: Peñarol. Motivo para broma cuando les tocaba perder, ya que mi simpatía es hacia el más grande de los dos.
Por eso, quería hacer público mi sentimiento, hacerle llegar a sus hermanos mi cariño y mi sentir; pero todos sabemos que cuando nos falte la alegría, él nos va a llamar para recordarnos su alegría; cuando no participemos como buenos cristianos creyentes en la Eucaristía, nos va a decirnos que cambiemos la actitud, que como nos pide el Papa Francisco: “sean alegres, hagan ruido, no tengan miedo” Y de eso Enrique era un ejemplo. Por algo: “Nos seguiremos queriendo”.