Por el Padre Martín Ponce De León
Hola. Te agradezco un nuevo día. Un día más.
A lo largo de mi vida ya son abundantes la cantidad de días que me has regalado.
Sé que a muchos de ellos los he vivido como uno más.
Sé que algunos de ellos los he disfrutado como un día nuevo.
Sé que algunos de ellos los he vivido como un día especial.
Hay veces en que lo que debo hacer me llena de expectativas y, por ello, durante varios días previos me voy preparando.
Una y más veces repaso lo que debo realizar para no olvidar nada.
Son días que desde mucho tiempo antes comienzo a celebrar porque preparándome.
Pero, sin duda, son días donde vivo la expectativa de lo que puede surgir.
Si bien hay cosas que puedo suponer existen muchas que vivo con la sorpresa de lo impensado.
Hay jornadas que las vivo dejando de lado todo lo previsto e intento vivirlas como si fuesen plenas de novedades.
Tú, siempre, pones algo en cada día que me sorprende y reconforta.
En oportunidades uno no puede dejar de experimentar que tu regalo es una caricia para el alma.
Me brindas la oportunidad de ser útil, de servir en algo.
Me brindas la oportunidad de experimentar la dicha de estar disponible y ello no es poca cosa.
Me brindas la oportunidad de escuchar a alguien y, aunque no tenga soluciones, nada es más importante que poder prestar un hombro.
Son esas realidades que nos hacen saber que alguien desea contar con lo que somos y tal cosa es muy gratificante.
Pero, Tú bien lo sabes, muchas veces comienzo mi jornada pensando en lo que debo hacer.
Como si a mi jornada la pudiese encerrar en una agenda y vivirla ordenadamente.
Siempre sucede lo mismo y no logro aprender. Esos días son los que están más colmados de extras que me hacen dejar de lado lo programado.
“Debo ir”, “Debo traer”, “Debo llevar” y, parecería, mi jornada se limitase a algunas cosas programadas y es allí donde apareces Tú.
Apareces en aquella persona que viene a buscar algo o en aquella que pide alguna cosa o en aquel que busca conversar y me quedo sin ir o sin traer o sin llevar.
Tú siempre te encargas de hacerme saber que mis jornadas las organizas Tú y, por ello, me las regalas.
Aquí estoy pronto para comenzar un nuevo día.
Sé algunas cosas que deberé realizar ya que ellas deben hacerse pero ni idea tengo de lo que Tú me has de solicitar realice.
Quiero saber rezar mi jornada y, para ello, poder escucharte en cada uno de los acontecimientos que me toquen vivir.
Quiero poder poner lo mejor de mí en todo lo que vaya a realizar y, para ello, poder verte en todos los acontecimientos.
Quiero realizar con alegría todo lo que deba hacer ya que ello será mi mejor forma de agradecerte lo que me brindas o pides.
Quiero poder estar con el corazón bien abierto para recibir a cada uno con la importancia que se merece y la atención que necesita.
Quiero saber vivir cada uno de mis días disfrutando que no es un día más sino un inmerecido regalo tuyo.
Tengo una vida plena de satisfacciones aunque, muchas veces, ellas las he vivido con renuncias o empeños.
Son muchos los días que me has regalado y no deseo desperdiciar a ninguno más.
Debo vivir cada jornada con la seguridad de que será un muy buen día puesto que es un regalo tuyo que debo saber disfrutar.
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