Por el Padre Martín Ponce De León
Navidad no se limita a una fecha en rojo en el calendario. Es un algo que va mucho más allá ya que hace y dice a realidades muy profundas del ser humano.
Por sobre todo lo tradicional de la Navidad hay realidades muy profundas que hacen a la esencia de la misma.
Por ello es que Navidad puede comenzar varios días antes de la fecha señalada y puede continuar vigente varios días después de tal fecha.
Por tal motivo es que podemos estar experimentando que Navidad aún continúa vigente.
La Navidad es una salida de Dios a la intemperie.
Sí, sale a la intemperie para encontrarse con la realidad de los humanos.
Para compartir sus situaciones y vivirlas desde el compartir las mismas.
Dios no se limita a una distancia sino que se hace cercanía total y plena.
Dios se arriesga a compartir con nuestras necesidades, sueños y libertad de los humanos.
Hecho hombre habrá de experimentar el hambre de realización, la sed de dignidad y el cansancio de desear realizar sueños.
La Navidad es salir de “la zona de confort” para encontrarse con quienes le necesitan.
Es, desde esta realidad, que busca dialogar con los humanos para que puedan crecer en unidad.
Es, desde esta realidad, que tiende su mano solidaria y desinteresada para que los humanos podamos dejar de lado los problemas y seamos capaces de vivir la vida con una sonrisa a flor de piel.
Es, desde esta realidad, que se hace escucha para que nos podamos confiar en su ayuda solidaria.
Es, desde esta realidad, donde nos muestra la importancia del darnos sin esperar a cambio y como muchas de nuestras angustias se deben a la nefasta costumbre que tenemos de, siempre, estar esperando de los demás.
Hoy todo nos muestra que TODOS, absolutamente todos, somos necesitados de Navidad.
Porque se vive en un mundo colmado de materialismo y con asombrosa facilidad nos encontramos con una búsqueda de felicidad lejos de lo que nos proporciona la misma.
Porque se vive en un mundo encerrado en un individualismo que nos hace olvidar a aquellos que hoy hasta nos pueden llegar a infundir un algo de temor porque son “distintos” a nosotros o nos pueden hacer nacer un desprecio desde el “están así porque quieren”
Navidad es para quienes necesitan de Dios y, por ello, es para todos.
Entre esos todos destinatarios de Navidad están aquellos que no cuentan para la sociedad de su tiempo.
Los primeros celebrantes de Navidad fueron unos humildes pastores que, por su tarea, no contaban para la sociedad religiosa de aquel tiempo.
No cumplían con las normas impuestas, tenían más olor a oveja que a persona, vivían al margen de ritos y celebraciones por ello destinatarios primeros del acontecimiento del encuentro con Dios hecho hombre y amor que irrumpe entre nosotros.
Por esto es que Navidad es un encuentro con amor de Dios por la humanidad que nos debe hacer estallar en una gratitud que se hace estilo de vida.
La gratitud que le debemos brindar a Dios es estar disponibles para aquellos que necesitan ser escuchados y tratados con dignidad.
La gratitud se hace cercanía y misericordia con quienes nos rodean por más que, con sus actitudes, nos puedan herir o utilizar.
Navidad aún perdura. Es parte de nuestra razón de vida y, por ello, una realidad interminable e inagotable en nuestra búsqueda personal.
Navidad recién está comenzando a tomar cuerpo en nosotros en la medida que seamos capaces de ser nosotros mismos dispuestos a salir al encuentro de quien nos necesita.
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