viernes 22 de noviembre, 2024
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Rivera conquista las Misiones y nace el Uruguay

Leonardo Vinci
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Leonardo Vinci

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Por Leonardo Vinci.
Un día como hoy, el General Fructuoso Rivera, tras el Abrazo de Monzón y las increíbles victorias en Rincón y Sarandí, regresaba a su tierra.
Da cuenta «La Revista Histórica» que había estado en el territorio oriental sublevando los ánimos de sus amigos y ofreciéndose para servir a Lavalleja, siempre que se le dejase hacer su empresa sobre las Misiones.
No quiso aparecer como un rebelde. Deseó ser un soldado de Lavalleja, y no un émulo, pero éste, tan valiente como terco, no lo comprendió. Le creyó un traidor deseoso de realizar esa campaña para luego entenderse con Lecor, y por increíble que parezca, ordenó a su hermano Manuel y a Oribe, que lo persiguieran para aniquilarlo.
Don Frutos- decía Alberto Palomeque- después de agotados todos los medios conciliatorios, se lanzó a la empresa redentora, llevando solamente elementos uruguayos, como prueba de que los caudillos orientales querían obrar por su cuenta en lo relativo a Misiones.
Rivera sabía que había llegado la hora de llevar la guerra al territorio brasileño.
No esperó nada de nadie, sacó fuerzas de flaquezas, y se dijo: «Pues sólo con mis elementos, me basto y sobro para la empresa» e inició la conquista.
Decidido a actuar por su cuenta, fue acompañado tan sólo por un puñado de hombres, entre los que estaban su baqueano, el guaraní Lorenzo Napuré, Felipe Caballero y Bernabé Rivera.
Comenzaban las operaciones que llevaría adelante, logrando finalmente nuestra independencia definitiva y el nacimiento de la República.
Rivera no comprometió acción alguna con sus rivales. No derramó una sola gota de sangre de sus hermanos. Y marchó entre dos peligros: el del perseguidor de atrás- su hermano- que lo siguió hasta la orilla izquierda del lbicuí, y el del perseguidor de adelante- el brasileño- que le esperaba en la orilla derecha del mismo Río.
Avanzó entonces, como él decía, en medio del «entusiasmo y decidido ardor de mis bravos soldados».
Eran tan sólo 83 hombres, que pasaron «a nado, con sólo los sables en la cintura y las pistolas atadas a la cabeza» y atacaron a la fuerza brasileña al otro lado del Ibicuí.
Su valor e inteligencia lo llevaron a abrazarse con la gloria en los históricos campos de las Misiones.
Lincoln Maiztegui escribió que «la idea era audaz y ambiciosa. La campaña fue fulminante; en 20 días el formidable caudillo conquistó todo el territorio- tan grande como el Uruguay actual- con mínimas pérdidas militares. Las poblaciones lo recibían como un libertador y las escasas tropas brasileñas que allí actuaban debieron someterse.»
Primero declarado traidor, por insubordinado, terminó siendo glorificado por el éxito. Esa conquista le dobló la mano al Imperio, que finalmente aceptó la pérdida de su «Provincia Cisplatina» a cambio de que se le devolvieran las Misiones.
Finalmente Oribe escribió a Lavalleja en los siguientes términos: «El mismo general Rivera, de cuyo patriotismo no debe ya dudarse, es acreedor a que se le releve de la ominosa nota de traidor con que, por equivocación, lo calificó problemáticamente el Ministerio de la Guerra».
Diría José Enrique Rodó «Para quien cale más hondo; quien sea capaz de llegar al alma de los hechos históricos, percibirá que la significación de la conquista de las Misiones es inmensamente mayor, a punto de que no hay, en el transcurso de los acontecimientos que se abren con la cruzada de 1825, página que más sin reserva podamos vincular al hecho de nuestra definitiva independencia, de nuestra constitución como nacionalidad.»
Así fue la gesta de Rivera «Caudillo de los grandes, es decir, de los primitivos, de aquéllos de los tiempos genésicos en que ardía, como en el antro de los cíclopes, el fuego con que se forjan naciones, y en que las fronteras se movían sobre el suelo de América a modo de murallas desquiciadas. ¡Éstos, éstos fueron los caudillos gloriosos!»
¡Gloria al verdadero y gran héroe de la independencia, Fructuoso Rivera!