
Por Cary de los Santos Guibert.
CÓMO FUE
ASESINADO
Luego de la inesperada y trágica muerte del Dr. Wenceslao Silva, ocurrida el 15 de junio de 1933, periodistas del diario “La Tarde” se dedicaron a investigar cómo habían ocurrido los hechos que terminaron con la vida del director y fundador del prestigioso diario salteño. Posteriormente, en la Sala de Redacción se preparó en forma inmediata la crónica, publicándose y viendo la luz en ese mismo día, con un título en negrita y muy sugestivo “Como fue asesinado nuestro director”.
Así decía:
“Según los informes que recogimos en el lugar del hecho, el Dr. Wenceslao Silva, venía de calle Uruguay por Amorim hacia Brasil. De la Cosechera, le salió al cruce Pedro Armando Triaca que lo acompañó conversando hasta cerca del local del Centro Socialista. Lo que hablaron no se sabe. Lo cierto es que al llegar bajo el balcón del Centro nombrado, Triaca lo dejó avanzar y desde atrás con una pistola que empuñaba le hizo cinco disparos de los cuales tres dieron en el blanco. Ya en el suelo, según los testigos presenciales, el asesino le tiró dos balazos más. Un guardia civil desarmó al criminal, mientras algunas personas apenas repuestas del asombro consiguiente, corrían en auxilio del Doctor Silva que estaba caído en medio de un charco de sangre. Enseguida se lo llevó al Sanatorio Uruguay, donde el Dr. Lucas Gafrée adoptó las primeras disposiciones médicas comprobando que todo era inútil; nuestro Director había dejado de existir”.
EXEQUIAS Y
DISCURSO DEL
DR. GUTIÉRREZ
El Dr. Wenceslao Silva, tenía tan solo 45 años de edad cuando le arrebataron la vida, dejando a su familia en la desolación y sin consuelo, sin timón y rumbo fijo a su diario y sin su principal defensor al medio rural. Las exequias del Dr. Wenceslao Silva fueron imponentes y representaron el sentimiento de dolor que su trágica y prematura muerte causó en toda la población salteña. Hubo varios discursos, y consideramos oportuno publicar parcialmente el del Dr. Juan Manuel Gutiérrez, que refleja al hombre progresista, al hombre de ideas nuevas, al hombre incansable en su lucha por mejorar todos los aspectos de la actividad rural.
Así se expresaba el Dr. Gutiérrez.
“…Creo que por encima del abogado, del periodista, del político, del hombre de comité estaba su figura, su obra rural, su alma de buen paisano a la tierra, dentro de su fe optimista en los destinos futuros de nuestra vitalidad económica lo llevaran a afrontar con riesgo y en horas más difíciles de nuestro desenvolvimiento económico. Dentro de los múltiples aspectos de su vida la A. A. Pecuaria e Hípica, así como la Sociedad Saladeril Salteña no podrán olvidar a este brazo propulsor de sus grandes actividades. Frescos están en el ánimo de todos sus múltiples presidencias, presidencias que más que un honor significa e importa un renunciamiento personal a todo aquello que es propio en Aras del bienestar general, cargos que al ser sometidos a la opinión ajena son rehuidos por la mayoría, pero que en él fueron motivo de lucimiento y acicate para sus grandes condiciones de infatigable batallador y esforzado paladín de la causa rural.
No podrá olvidar nuestra Agropecuaria dentro de la órbita de sus gestiones que fue aquí y dentro de sus directivas que se realizó la primera Exposición Nacional de Campeonatos Rústicos, nueva fórmula de exposiciones ganaderas más de acuerdo con la explotación racional de nuestros rebaños, no podrá olvidar tampoco sus grandes campañas sostenidas con férrea acción y con pluma brillante en favor del intercambio ganadero con la Argentina y con el Brasil, problemas palpitantes que aún hoy se debaten y que aceptados dejan entrever la solución de grandes problemas económicos dentro de la fraterna-inteligencia que debe regir la política de estos países.
Las sociedades cooperativas de hacendados que supieron a raíz del crítico prólogo financiero de 1921 no podrán desconocer la benéfica gestión, el aliento animador que les infundiera el Dr. Silva al pasearse como el cruzado de una causa santa desde Corrientes a Curuzú Cuatiá y Concordia, donde presidiera el primer directorio de la que es hoy la Saladeril y Frigorífico de Concordia: Casas Blancas y la Sociedad Saladeril Salteña son también testigos del fuego ardoroso de este visionario, del valioso aporte de sus energías, de su tranquila seguridad en el porvenir y resurgir de la fuerzas vivas del país al iniciar establecimientos fabriles que fueran el punto de partida de nuestra explotación Industrial.
Interminable señores sería contar uno por uno y a grandes rasgos los surcos fecundos que deja en nuestro ambiente rural este férreo sembrador de entusiasmo y esperanzas durante su vida tan prematuramente extinguida, pero quien como pueda exhibir en su tumba el epitafio más completo dentro de lo relativo de las cosas humanas ha de sentir satisfacción como de un arrullo amoroso, basándome recordar las tres grandes entidades industriales, que estoy seguro en esta hora confían y honran mi representación, el intercambio ganadero su colaboración en la ley de arrendamientos, las cooperativas de ganaderos y para que todo fuera completo, sus proyectos de colonización y división de las tierras, dentro de la patriótica visión de todo cuanto era menester hacer para saldar hondamente la pesada carga impuesta a los hombres de trabajo y al país por la crisis mundial!
¡Puede descansar en paz el digno ciudadano del solar salteño! Están aquí rodeando su tumba todas las entidades rurales que contribuyera a formar, está de pié la sociedad salteña honrando su memoria en la máxima tributación de afectos, de cariño e imperecedero recuerdo, y está también tu amigo de juventud, el compañero de causa, de lucha e ideales que con alma dolorida le dan el posterior adiós!”
Para despedir los restos del Dr. Wenceslao Silva, habían llegado sus hermanos: Juan Bautista Silva (ex-redactor del diario) desde Montevideo y Juan Ángel Silva desde Paso de los Libres. Y de otras localidades llegaron con el mismo propósito: Tomás Silva Urroz, Wenceslao N. Silva, Luis L. Silva, Dr. Juan Manuel Gutiérrez, Pedro Franco, Félix H. Costa, Isaías Rosas, N. Echevarría Smith y su señorita hermana.