Por Myriam Puiggrós Psicóloga Sexóloga
El deseo sexual hipoactivo, también conocido como trastorno del deseo sexual inhibido, se caracteriza por una falta persistente o recurrente de interés en actividades sexuales, falta de deseos para tener intimidad, lo que puede generar dificultades en las relaciones de pareja y en la calidad de vida. La depresión, es un trastorno del estado de ánimo que puede afectar tanto el interés en actividades placenteras, incluyendo las sexuales, como el funcionamiento general de una persona. Se caracteriza por una profunda tristeza, decaimiento anímico, baja autoestima, pérdida de interés por todo y disminución de las funciones psíquicas.
Tanto el deseo sexual hipoactivo como la depresión pueden darse por circunstancias médicas y psicológicas. Es recomendable buscar ayuda profesional. La salud mental y la sexualidad humana, constituye un mundo complejo. Puede existir una interconexión entre estas dos condiciones. Dos realidades que pueden influirse mutuamente, afectando la calidad de vida y las relaciones de quienes las experimentan. Veremos cómo estas dos condiciones se relacionan entre sí y cómo abordarlas de manera integral. Las causas del deseo sexual hipoactivo pueden ser variadas, incluyendo factores hormonales, estrés, problemas de relación o psicológicos. También el estrés, la ansiedad o cansancio. Las personas que padecen esta condición pueden sentir una desconexión entre su cuerpo y su deseo sexual, lo que puede generar frustración y conflictos en la pareja. La depresión impacta en todas las áreas de la vida de una persona y la sexualidad también queda involucrada. El deseo sexual hipoactivo y la depresión a menudo coexisten y se influyen mutuamente. La depresión puede contribuir a la baja del deseo sexual al mermar la autoimagen y la energía. A su vez, dicha disminución del deseo puede ser una fuente de estrés y conflicto, alimentando la depresión. Esta es una dinámica compleja que debe ser comprendida para un tratamiento efectivo.
Abordar estas condiciones de manera integral requiere un enfoque multidisciplinario. La psicoterapia con formación sexológica puede ayudar a conocer los patrones de pensamiento negativos asociados con ambas condiciones y ver si el aporte farmacológico pudiera ser necesario. La terapia de pareja también puede ser beneficiosa para resolver conflictos y mejorar la comunicación.
El autocuidado desempeña un papel fundamental. La práctica regular de ejercicio físico, una dieta equilibrada y técnicas de manejo del estrés pueden mejorar tanto el estado de ánimo como la función sexual. Además, el diálogo abierto con la pareja puede reducir la presión y facilitar la comprensión mutua. Una persona puede concurrir a la consulta sexológica por su bajo deseo sexual y en la entrevista vemos que hay muchas áreas de su vida afectadas y no sólo la sexual. Podemos observar como a su vez le cuesta levantarse para ir al trabajo, así como afrontar otras actividades cotidianas le resulta algo muy pesado. En casos como este, en el que por ejemplo la persona llega a rechazar las salidas con amigos con quienes siempre disfrutó compartir, un tratamiento sexológico exclusivamente no sería lo adecuado. La afectación no es solamente del área de la sexualidad, sino que hay un descenso en todos los niveles. Es importante la escucha atenta del terapeuta sexual para no quedarse con el motivo expreso de la persona que llega al consultorio y comprender lo que le ocurre a nivel sexual como parte integral de su personalidad para poder realizar la derivación a otro profesional de la salud si lo amerita.
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