Por Pablo Perna
“Setiembre de 1988, Buenos Aires, Argentina. Querido amigo, recibí tu carta de Italia y me alegra mucho saber que todo está bien, aquí la cosa sigue igual… la crisis se pasea por las calles y la tristeza del pueblo es como un barco que no llega a destino ¡No sé qué pasó! ¡No sé cómo fue! Pero no te vuelvas. Si vieras qué triste que está la Argentina, tiene la mirada de los caminantes que ya no caminan, se muere de pena por tanta mentira, de tanta promesa por nadie cumplida; si vieras sus calles que tanto reían, ya no son las mismas, si vieras qué triste que está la Argentina, tiene la nostalgia de aquellos amantes que nunca se olvidan. La hicieron de goma, parece mentira… hasta los gorriones, de tanta tristeza, se fueron de gira…”.
“El Cacho” Castaña de Buenos Aires, capo y maestro, escribía en 1978 (en plena dictadura militar Argentina) y le daba música en 1988, titulándola “Setiembre del 88”, cada vez que en sus recitales cantaba esta canción recordaba que a pesar de que se había escrito hacia años mantenía su originalidad y vigencia pareciendo que se hubiera escrito hacia quince días. Cacho murió en octubre de 2019 y pareciera que el domingo pasado con la asunción del nuevo presidente la Argentina volviera a renacer de las cenizas.
El escenario y postales históricas vistas el domingo pasado quedaran en la memoria colectiva del mundo, donde un hombre común, con sobrepeso, tomando un taxi para ir a trabajar, con libros y vianda de comida en mano se transformaría en pocos meses en el Presidente de toda la República Argentina venciendo a todo el poderío del Gobierno y de los miles de millones de dólares robados por el kirchnerismo, los termina venciendo. El ver a Cristina Fernández luego de sus soberbia declaraciones y a los gritos afirmando: “¡de que tiene miedo la casta hermano, si nunca has sufrido por nada…!”. Ahora verla tomar el juramento a Milei y con sonrisas cómplices pidiéndole que le muestre el bastón de mando donde están grabados sus 5 perros que llevan nombres de economistas liberales o el ver a Alberto Fernández que lo había llamado de “loquito” ahora pasarle la banda presidencial y bastón de mando. Las postales de un Milei emocionado cuando le presta el juramento a su hermana o cuando llora en toda la ceremonia religiosa en la Catedral o el nerviosismo cuando una botella le pasa a centímetros de su rostro en plena caravana, entre otras tantas postales para el recuerdo. Verdaderamente ni la mejor serie de Netflix podría haberse imaginado lo vivido en la Argentina y de existir hubiéramos afirmado que era una verdadera fantasía.
El futuro de Milei es incierto, se jugará al todo o nada, el “todo” es imaginar que triunfarán sus reformas y que la Argentina vuelva a ser potencia mundial, el “nada”, será un eventual fracaso que lo hará volar por el balcón de la Casa Rosada. Pero como ya lo pronosticaba el querido Cacho: “Setiembre de 1988, Buenos Aires, Argentina. Querido amigo se me acaba de volcar el mate sobre la carta que te iba mandar.
Por eso, te vuelvo a escribir. Me alegra mucho saber que te va bien. Aquí, la cosa sigue igual pero, de una manera u otra, vamos a salir adelante. Hay algo que no se debe perder nunca y es la esperanza. Si vieras qué linda que está la Argentina. Tiene la mirada de la primer novia que nunca se olvida… Si vieras de nuevo qué linda y qué grande que está mi Argentina. Buenos Aires sigue llena de gorriones. Hay nuevos poetas que escriben sus tangos… Si acaso te encuentras con otro emigrante decirle que vuelva, que pronto seremos mejores que antes. Que todo fue culpa de cuatro atorrantes que solo lograron que el pueblo no cante. Volvé cuando quieras que juntos podremos salir adelante”.