jueves 21 de noviembre, 2024
  • 8 am

Caminar juntos

Padre Martín Ponce de León
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Padre Martín Ponce de León

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Por el Padre Martín Ponce de León

En este tiempo, en el que estamos inmersos, es muy común encontrarnos con personas que salen a caminar en solitario e inmersos en sus auriculares que les ayudan a aislarse un poco más. En este tiempo, en el que estamos inmersos, es muy común encontrarnos con personas que no saben manejar la soledad y aspiran ser acompañados en su caminar la vida. Para los primeros es una cuestión circunstancial mientras que, para los segundos, es una cuestión vital. La vida misma se encarga de hacernos saber no estamos solos, ni podemos aislarnos plenamente, de los demás. En esta realidad de experimentar que no podemos aislarnos de los demás, preferible es caminar juntos que sentir que los demás son una molestia para nuestro caminar. Quizás, muchas veces, hemos experimentado que nuestro transitar por la vereda es un reflejo de lo que sucede en nuestra vida. Quien camina delante de nosotros lo hace a un ritmo menor que el nuestro y cada vez que deseamos adelantarle, por alguna razón, se traslada hacia el costado por donde íbamos a adelantarnos y nos impide el paso. Podemos encontrarnos con personas que transitan a paso mucho más rápido que el nuestro y, cuando nos damos cuenta, nos sobrepasa, sino que, también, se adelanta a nosotros. En oportunidades nos encontramos con alguien que camina junto a nosotros y quisiéramos poner distancia, pero, esa persona, apura o retrasa su andar conforme lo hacemos nosotros. En la vida nos puede suceder lo mismo. Queremos caminar, pero, siempre, están los demás. Experimentamos que nos impiden avanzar conforme lo quisiéramos, nos sobrepasan o de adecuan a nuestro ritmo. En la vida interior sucede exactamente lo mismo y necesitamos de ayuda para poder caminar mejor y más acertadamente. Necesitamos ser ayudados para decidir los mejores senderos o para estar adecuadamente preparados para enfrentar lo que el andar va poniendo a nuestro lado o para saber lo que debemos dejar de cargar en nuestra mochila para andar más aliviadamente. Dios va poniendo a nuestro lado a seres que nos ayudan a caminar y lo hacen junto a nosotros o a seres que esperan les ayudemos en dicha responsabilidad. Caminar juntos no es intentar imponerle, a los otros, nuestro ritmo o nuestra conveniencia. Caminar juntos es el resultado de una búsqueda compartida y asumida. Caminar juntos es un empeño que se comparte con quien uno, libremente, elige para tal fin. Ello no quiere decir que, a quien se elige, no tenga su propio camino y, el mismo, no coincida con el nuestro, nos ayudará a caminar, pero, se supone, tiene un camino propio y, al mismo, lo deja momentáneamente para ayudarnos y, luego, vuelve a su camino. Caminar juntos es un ejercicio de confianza y madurez. Confianza puesto que ello debe ser lo que me ayude a una relación honesta con quien elijo para que me ayude. Madurez puesto que el hecho de asumir necesito ser ayudado es, de por sí, un acto de madurez para con uno mismo. Quien me ayuda no es quien me dice los pasos que debo dar, ni me impone el ritmo que debo poseer. Es alguien que me acompaña y, por lo tanto, me ayuda a ver con mayor claridad o me hace ver realidades que no tengo en cuenta. Ello no implica que decida por mí o me obligue a determinadas decisiones. Caminar juntos es una decisión que podemos experimentar necesaria.