sábado 19 de abril, 2025
  • 8 am

Cuando el poder se convierte en yugo

Cecilia Eguiluz
Por

Cecilia Eguiluz

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Alvaro Lima

Por Cecilia Eguiluz
El Frente Amplio de Salto atraviesa un momento clave. Luego del resultado favorable en el balotaje nacional de noviembre de 2024, muchos de sus dirigentes locales creyeron que la elección departamental sería apenas un trámite. Sin embargo, la realidad marca otra cosa: cada elección tiene su propio tono, su lógica y, sobre todo, sus protagonistas.
La elección departamental es un acto profundamente personal. A diferencia de la nacional, donde muchas veces se vota por ideas, partidos o figuras lejanas, en la departamental los votantes eligen a su vecino, a alguien de carne y hueso, al que conocen por su accionar diario, por su historia y por su compromiso con la comunidad. Se trata de poner en manos de alguien conocido el rumbo del departamento, con la esperanza de que lo gobierne con empatía, trabajo y visión.
Y es en ese punto donde el Frente Amplio parece haber perdido el rumbo en Salto. Dominado por el liderazgo excluyente de los hermanos Lima, este sector enfrenta hoy un desgaste notorio. Tras una década de gestión, el modelo político que construyeron muestra señales claras de agotamiento: clientelismo, promesas no cumplidas, presión sobre los más vulnerables, y un aparato que opera más como una maquinaria de control que como una fuerza transformadora.
No es casual que cada vez más salteños relaten experiencias de coerción para mantener contratos, terrenos o beneficios básicos. La política, en su peor versión, se vuelve una herramienta de sujeción en lugar de un motor de esperanza. Y cuando eso sucede, la ciudadanía empieza a buscar una alternativa. Pero esa alternativa no se encuentra dentro del Frente Amplio, ya que las otras dos candidaturas solo contribuyen a sostener un electorado que, de otra manera, ya no estaría dispuesto a votar por la continuidad del modelo frenteamplista local. Se transforman así en cómplices de la gestión y de la estrategia de “rastrillo” que aplican en esta campaña.
Paradójicamente, mientras el aparato local sigue funcionando a fuerza de presiones, quienes lo lideran ya estarían planificando su retiro. Se habla de contratos, cargos y asesorías a nivel nacional para asegurar una salida decorosa. Pero eso no incluye liberar a sus militantes de base, a quienes se les exige seguir empujando una candidatura que, puertas adentro, ya muchos dan por perdida.
Salto se enfrenta, quizás, al final de un ciclo. Y como en toda democracia sana, el poder debe renovarse cuando pierde su sentido original: servir a la gente.