
El ingeniero agrónomo Esteban Vicente, del programa de mejoramiento del INIA, indicó que esta nueva variedad, «Nácar», surge de un trabajo conjunto entre las estaciones experimentales de Salto y Las Brujas, como parte del programa de mejoramiento genético del instituto. Su desarrollo tuvo como objetivo principal superar las limitaciones productivas y sanitarias de la variedad «Casera», aún ampliamente utilizada por los productores de la región.
«Nácar es un cruzamiento entre Casera y una variedad colorada que se cultiva en el sur del país, llamada Yanaqué», explicó Vicente. «Buscamos mejorar el rendimiento, el tamaño del bulbo y también ofrecer una mayor tolerancia a la peronospora, una enfermedad foliar clave que compromete el desarrollo del cultivo».
Según Vicente, los ensayos agronómicos muestran resultados alentadores. «Estamos hablando de un aumento de entre 15% y 20% en el rendimiento respecto a Casera», afirmó. Además, una de las principales mejoras radica en el calibre de los bulbos, un aspecto que venía siendo señalado como crítico por los productores: «Casera venía recibiendo críticas por la dificultad de alcanzar un buen tamaño. Con Nácar logramos una media que ronda entre los 120 y 150 gramos, que es lo que hoy se busca».
El especialista destacó que, si bien en cebolla se puede ajustar el tamaño con densidades de plantación y manejo, hay un límite definido por el potencial genético de cada variedad: «Cuando el potencial de tamaño es chico, no hay forma de compensarlo por manejo. Por eso el cambio varietal es fundamental».
Sanidad y conservación
Otro de los aportes de INIA Nácar es su comportamiento sanitario. «Tiene un nivel de tolerancia parcial a la peronospora, también conocida como mildiu», explicó Vicente, aunque aclaró que esto no exime del manejo técnico adecuado: «No implica abandonar las curas ni los controles. Lo que hace es contribuir a un control integrado: la proporción de hoja afectada será menor y el cultivo podrá completar su ciclo con más posibilidades de éxito».
En cuanto a la conservación postcosecha, si bien en Salto no es una prioridad absoluta, el ingeniero señaló que «Nácar, al igual que Casera, ofrece la posibilidad de conservarse si el año lo permite. No es su atributo principal, pero es una ventaja que el productor puede aprovechar».
La cebolla pierde terreno en Salto
Más allá de las innovaciones técnicas, la situación estructural del cultivo en la región norte es compleja. Vicente dijo a CAMBIO que «desde hace más de diez años, la cebolla viene en un proceso de reducción que ya no puede explicarse solo por efectos climáticos».
El ingeniero destacó que muchos productores han abandonado la cebolla en favor de otros rubros hortícolas más competitivos: «Se han volcado al boniato, zapallo o zanahoria, que ofrecen mayor simplicidad de manejo, menor necesidad de mano de obra y menores costos iniciales».
A este fenómeno se suma la competencia varietal interna y la presión de la importación: «Desde que la cebolla se importa de forma sistemática, y con el uso de cámaras en el sur del país, la ventaja de la producción temprana de Salto se ha ido perdiendo».
El resultado es una contracción de la superficie cultivada: «En zonas que llegaron a tener entre 500 y 600 hectáreas de cebolla, hoy se está estabilizando entre 250 y 300 hectáreas, y quizás ese sea el nuevo equilibrio».
Vicente insistió en que esta caída es estructural y que la introducción de nuevas variedades, como INIA Nácar, no revertirá por sí sola esa tendencia: «Nácar entra en un rubro que pelea por mantenerse, pero que probablemente se estabilice en la mitad de lo que fue históricamente. La variedad no va a cambiar por sí sola las reglas de juego del mercado ni la dinámica del sistema productivo».