
En un escenario internacional marcado por altos niveles de producción y una demanda que no logra mantener el ritmo de crecimiento, el mercado de granos ingresa en una fase de ajustes. Así lo sostuvo el Ing. Agr. Federico Morixe, consultor privado especializado en mercados de granos.
Se produce más de lo que se consume
«La tendencia no es nueva», advirtió Morixe. Desde noviembre de 2024, los mercados vienen recibiendo señales claras de una superproducción mundial que excede la capacidad de absorción del consumo. «Sudamérica, y especialmente Brasil, viene produciendo cada vez más. A eso se suma que Estados Unidos logró una muy buena cosecha el año pasado, y este año Sudamérica vuelve a romper récords», afirmó.
Los excedentes no se limitan a la soja. «También hay más producción de maíz, de trigo, de girasol. Y aunque el consumo global aumenta, lo hace a un ritmo menor: crece entre 0,5% y 1%, mientras que la producción lo hace al 5% anual. Ese 4% o 5% de diferencia se acumula año tras año, y eso es lo que está presionando los precios a la baja», explicó.
En este contexto, los compradores operan con mayor cautela. «Compran, pero tranquilos, porque saben que si esperan un poco, el precio puede seguir bajando», señaló Morixe. Y agregó que, a pesar de ciertas tensiones geopolíticas, como las guerras comerciales o los conflictos bélicos, que generan incertidumbre y sostienen artificialmente los precios, si se normaliza el clima y bajan las tensiones globales, es probable ver una mayor caída en los valores de las materias primas agrícolas.
¿Vender o esperar?
La pregunta más común entre los productores -¿vendo ahora o espero?- tiene, según Morixe, una respuesta que va más allá del precio. «En cosecha, los precios suelen ser más bajos porque hay presión de venta: hay que pagar cuentas. Pero este año hubo un factor extra: Argentina bajó retenciones, y eso generó una oferta descomunal, llegando a colocar 500 mil toneladas por día en el mercado, algo que no se veía desde hacía una década. Eso deprimió aún más los precios en toda la región», explicó.
Con la cosecha finalizada, hay señales de cierta recuperación. «Pero no pensemos en subas de 100 dólares. Tal vez se recuperen 10, 20 o 30, porque ahora el comprador tiene que salir a buscar el grano al silo, no está en la chacra. Hay que pagar flete, entrada, salida… y eso exige un precio más motivador para el productor», detalló.
Para Morixe, lo importante no es solo mirar el precio, sino el margen. «Hay que tener clara la relación entre el costo y el precio final. Si tengo un margen positivo, me conviene vender. Sobre todo si eso me permite pagar insumos al contado, cubrir obligaciones o evitar el financiamiento con tasas altas. Muchas veces, lo que estoy esperando que suba, es lo que estoy financiando caro. Entonces, más vale salir y vender».
Asegurar rentabilidad
El especialista fue claro al respecto: «Si los números cierran, hay que salir a vender, porque con la producción mundial actual, lo más probable es que los precios sigan bajando». A eso se suma una diferencia estructural con otros países. En Estados Unidos, por ejemplo, los productores están cubiertos por seguros de precio, de cultivo y de ingresos. «Si en octubre o noviembre la soja se cae 100 dólares, el productor no se preocupa porque está asegurado. Acá, si cae 100 dólares, el 70% pierde plata», advirtió.
Esa diferencia no es menor a la hora de tomar decisiones. «El productor uruguayo no tiene herramientas de cobertura generalizadas. Por eso, cuando hay margen, hay que capturarlo. Hay que salir de la posición comprada y asegurar el negocio».
Los biocombustibles en los precios
Una de las grandes incógnitas del mercado actual es el uso creciente de aceites vegetales para biocombustibles. «Estados Unidos podría usar hasta el 53% de su producción de aceite de soja para biodiésel. Eso le da un soporte muy fuerte al precio de la soja», indicó Morixe. Pero aclaró que esa medida aún está en discusión parlamentaria: «Si no sale, el precio del aceite se puede caer como una bolsa de papas».
En este sentido, el soporte de precios puede venir de la energía, no de la demanda alimentaria. «Eso al productor norteamericano le sirve. Por eso hoy no está vendiendo o está haciendo seguros de precio. Tiene otras herramientas», enfatizó.
La tendencia energética también involucra al maíz y al sorgo, que se destinan a la producción de etanol. «La demanda por biocombustibles seguirá siendo clave. Incluso, Estados Unidos llegó a importar grandes volúmenes de aceite usado de cocina de China para ese fin. Pero luego, con la guerra comercial, se cerró ese canal, y hubo que salir a consumir más aceite de soja o de canola canadiense».
Canola
Consultado sobre el comportamiento de la canola (colza) en Uruguay, Morixe valoró su desempeño reciente. «Ha sido uno de los cultivos que más crecimiento tuvo en los últimos años. Y si hacemos cuentas, en cinco de los últimos siete años, muchos productores perdieron con la soja, pero la canola les salvó los números», sostuvo.
Además de su rentabilidad, destacó la buena inserción comercial del cultivo: «Hay buenas propuestas, se pueden usar mercados de futuros, hacer seguros de precio, y es una gran alternativa para el invierno». La mayoría de la canola termina yendo a biocombustibles, que por ahora mantienen buenos valores.
Sin embargo, advirtió que hay que estar atentos. «Si Estados Unidos o Europa bajan su apuesta al biodiésel, o si los productores de palma -que también tienen sobreoferta- no logran colocar su producción en ese segmento, los precios de los aceites pueden desplomarse. Hoy todos quieren aumentar el consumo de biocombustibles, pero ninguno tiene la estrategia bien definida, y eso genera una volatilidad enorme», concluyó.