miércoles 6 de agosto, 2025
  • 8 am

Un saludo

Padre Martín Ponce de León
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Padre Martín Ponce de León

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Por el Padre Martín Ponce De León
Se llegó hasta un lugar y, con insistencia, miraba hacia adentro. Del interior de ese lugar salieron a preguntarle si necesitaba algo y su respuesta fue insólita: “Necesito un saludo”
Hacía poco había perdido un compañero de andanzas, su situación de calle lo ponía en un particular estado, necesitaba de ese saludo que le brindase un algo de calor humano y rompiese la coraza que su soledad ha formado en él.
Buscaba un algo de humanidad y, sin duda, sabía allí lo podía encontrar. A no todos lados podía llegar en busca de un saludo.
No sé mucho más de la situación, o del desarrollo de aquel encuentro. Estoy seguro que aquella persona debe de haber recibido algo más que un puntual saludo. Debe de haber quedado reconfortado más que saludado.
Llevan un estilo de vida casi inhumano, rodeado, generalmente, de seres que están en su misma condición y, por lo tanto, con no mucho espacio para las delicadezas. Pero ello no hace que pierdan, completamente, su condición de personas. la necesidad de un saludo así lo demuestra.
Es indudable que lo que menos se nos ocurre es que tengan la necesidad de un gesto puramente humano. No les saciará la mala alimentación que, casi siempre viven, no les quitará la necesidad de algo de alcohol que, casi siempre, es una parte de sus vidas. Solamente le ha de servir para su espíritu puesto que no ha sentirse tan al margen como suelen estar.
Aquello que hace al espíritu dice de lo esencial y ello es lo que no podemos no tener en cuenta cuando nos relacionamos con ellos. Podrán estar con olor a alcohol, podrán estar sucios, podrán vivir sumergidos en la soledad, podrán haber consumido algo, podrán… pero nunca dejarán de ser personas.
Recuerdo a aquella señora que dijo a su esposo: “Dale una moneda así este mugriento se va de cerca nuestro”. En diversas oportunidades he visto dar algo, pero cuidando evitar cualquier tipo de roce como si la falta de higiene fuese una enfermedad contagiosa. En una oportunidad, hablando con alguien me dijo: “Yo no paso por allí porque allí se reúnen los pichis”. Esa expresión me resultó un golpe en la boca del estómago y motivó mi airada respuesta. ¿Quiénes son los verdaderos pichis? ¿Ellos o nosotros cuando los despreciamos y marginamos? ¿Qué habría hecho esa persona si a él le hubiesen pedido un saludo?
Muchas veces tratamos al otro como si no fuese una persona que se da cuenta de nuestro temor, de nuestra distancia o de nuestro rechazo. Por ello es que llamaba la atención ese andar buscando, únicamente, un saludo,andar buscando algo puramente humano.
Estoy seguro que, quien eso solicitó, se fue con un saludo y, tal vez, algo más, pero, también, tengo la certeza que, en muchos lugares, aquel pedido habría despertado un rechazo.
Es mucho más sencillo vencer nuestras resistencias y dar unas monedas que involucrarnos brindando algo muy nuestro como puede ser nuestro tiempo, nuestra atención o un saludo.
No podemos, por más que no compartamos realidades de ellos, olvidar que son seres humanos y como tales deben ser tratados y sus mayores necesidades pasan por las necesidades humanas que, sin duda, las sufren y viven necesitando de ellas.