Por Andrés Torterola.
Luego que quedaran habilitados y en funcionamiento los espacios físicos destinados a la atención de los comensales en comedores municipales, Sandra Pintos (integrante de la Red de Mujeres), dijo a CAMBIO su opinión al respecto. Indicó que el contenedor que funcionaba en el barrio Andresito fue trasladado al local del merendero Andresito, ubicado en barrio Uruguay, lindero al mercadito. La concurrencia al lugar es muy baja y resulta preocupante: asisten apenas 12 o 14 personas por jornada, quedando comida y pan sin consumir.
EL PROBLEMA
Pintos, indicó que la escasa asistencia no se debe a que la gente haya dejado de necesitar el alimento, por el contrario, muchas de las personas que antes concurrían habitualmente a los lugares de distribución optan ahora por no acercarse al comedor fijo. Una de las principales razones es que no están dispuestas a comer en el lugar si eso implica dejar sin alimento al resto de los integrantes de su familia, ya que el sistema no les permite llevar comida para compartir en sus hogares.
SIN RESPUESTAS
A esto se suma la preocupación por la seguridad y el ambiente del merendero. Varias familias manifiestan que no desean exponer a niños, adolescentes ni adultos mayores a un espacio donde concurren personas con consumo problemático y tienen actitudes que resultan inapropiadas o poco agradables. Esta situación genera incomodidad, lo que termina alejando a quienes más necesitan la asistencia. En consecuencia, el cambio de modalidad ha provocado que una ayuda que antes llegaba a un mayor número de personas hoy tenga un alcance mucho más limitado, sin lograr dar respuesta efectiva a la realidad social de las familias del barrio.
FRACASO DEL SISTEMA ACTUAL
Agregó que, desde su punto de vista, el funcionamiento del comedor fijo es un fracaso. Señaló que en el barrio La Amarilla aún se mantiene la modalidad del contenedor para el suministro de alimentos, lo que demuestra una realidad distinta a la que se vive en otros puntos de la ciudad. En zonas como Salto Nuevo, Quinta Avenida y el Club de Niños Don Atilio, la concurrencia también es escasa, ya que ambos espacios funcionan con muy pocas personas. En contraste, indicó que donde se registra mayor asistencia es en el contenedor ubicado en calle Viera, entre Brasil y Uruguay. Según expresó, la ex directora comunal nunca les brindó la oportunidad de reunirse ni de escuchar a la población, que pretendía plantear sus necesidades y preocupaciones en relación con la alimentación. Entiende que la falta de diálogo ha sido un factor importante en el fracaso del sistema actual. En ese sentido, remarcó que no es lo mismo brindar alimentos a personas indigentes que no cuentan con vivienda ni con un espacio físico donde comer, que a las familias que sí tienen sus hogares. A su entender, estas últimas deberían poder recibir la comida para compartirla en sus casas junto a sus seres queridos, fortaleciendo así el ámbito familiar.