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Lunes 22 de Diciembre, 2025 158 vistas

INFORME : Un fenómeno cultural, y popular, donde conviven fe sincera, sugestión y negocio

Por Carlos Arredondo
CUANDO LA FE NO CONOCE FRONTERAS
La historia ocurrió en Salto, hace ya algunos años. Ella era una mujer de muy buena posición económica y estaba locamente enamorada. Él, en cambio, había elegido irse del país, muy lejos, persiguiendo oportunidades que en aquel entonces parecían imposibles encontrar en este suelo, por lo que nadie en su sano juicio se atrevía a rechazar. La vida del otro lado del mundo rozaba la perfección: buen trabajo, estabilidad económica, matrimonio, hijos, amistades nuevas. Cada mensaje que llegaba a Salto confirmaba lo mismo: no pensaba volver. El llamado “sueño americano” había abrazado al salteño con fuerza y no parecía dispuesto a soltarlo. Mientras tanto, en esta orilla, la mujer enamorada no se resignaba. Convencida de que ese amor aún tenía destino, encontró en una “macumbera” última esperanza. Fue así que poco a poco se convirtió en habitué del barrio donde la “mujer con dones” atendía.

 “YO TE LO VOY A TRAER. ÉL VA A 
VOLVER Y SE VA A CASAR CON VOS”

No eran tiempos de teléfonos celulares, ni de mensajes instantáneos, y a pesar de que los años pasaban la fe —o la creencia, o el amor; vaya uno a saber— no menguaba. Y en ese vínculo desigual, la macumbera también encontró su oportunidad. Cuando los primeros televisores plasma comenzaron a asomar en las vidrieras montevideanas, y Salto se aprestaba a exhibirlos, la mujer del barrio vio claro cómo cobrar el trabajo espiritual requerido por la mujer de buena posición. A cambio de seguir “moviendo energías”, pidió uno de esos aparatos que por entonces resultaban muy caros y difíciles de conseguir. La mujer enamorada no dudó. Sin importar el costo ni el esfuerzo, consiguió el televisor solicitado. La otra, la de los “poderes”, resaltaba en el barrio siendo la primera en tener un TV LCD al tiempo que llenaba sus ojos con imágenes nítidas y claras. Nadie sabe cómo ni por qué. Nadie puede explicarlo con certeza, lo cierto es que, pocos días después, la clienta de la macumbera estaba viviendo en pareja con el hombre de su vida. Se casaron, tuvieron un hijo y permanecieron juntos hasta el fallecimiento de uno de ellos. ¿Casualidad? ¿Sugestión? ¿Fe que se cumple? ¿O simplemente una historia de amor que encontró su tiempo? Desde relatos como este —susurrados en barrios, comentados en voz baja, transmitidos de boca en boca— la macumba sigue ocupando un lugar incómodo y fascinante -y por qué no: Atrapante - en la cultura popular de los barrios salteños.
¿QUÉ ES LA MACUMBA?
La palabra macumba se utiliza de forma genérica para referirse a prácticas espirituales de origen afroamericano, aunque no designa a una religión en sí misma. En el uso popular del Río de la Plata, quedó asociada a rituales vinculados al amor, la protección, la salud o la atracción de voluntades, y a personas a las que se les atribuyen poderes especiales. En realidad, se trata de un concepto amplio e impreciso que reúne creencias traídas a América Latina como parte de la cultura de los esclavos que llegaban a nuestras tierras, principalmente en Brasil, Uruguay y el Caribe.
ORÍGENES: ÁFRICA, ESCLAVITUD Y SINCRETISMO
Con el tiempo, se mezclaron con el catolicismo impuesto y con tradiciones indígenas, dando lugar a expresiones espirituales complejas. En Brasil surgieron cultos estructurados como el candomblé y la umbanda. En Uruguay, en cambio, muchas de esas tradiciones llegaron fragmentadas, sin marco institucional, lo que favoreció prácticas más informales y personalizadas.
¿CÓMO SE HACE UNA MACUMBA?
No existe una forma única. Todo comienza con un pedido concreto y específico. Luego vienen los elementos simbólicos: velas de colores, nombres escritos, fotografías, bebidas, alimentos u objetos personales. Nada se considera azaroso: cada objeto representa una intención. El ritual suele realizarse en horarios y lugares especiales, alejados de la rutina cotidiana. A veces se repite durante días o semanas. El consultante también participa activamente, reforzando el compromiso emocional.
EL LÍMITE ENTRE LA FE, LA SUGESTIÓN Y EL NEGOCIO
El límite es difuso. La mayoría de quienes recurren a estos rituales lo hacen en momentos de quiebre: rupturas, duelos, miedos. Allí, la promesa de que alguien puede “intervenir” resulta poderosa. La sugestión cumple su rol: cambia actitudes, sostiene expectativas. El problema aparece cuando la promesa se eterniza y la fe se convierte en dependencia. En ese punto, la espiritualidad deja paso al negocio.
LA MACUMBA COMO FENÓMENO CULTURAL 
Lejos de ser marginal, la macumba forma parte del paisaje cultural uruguayo desde hace décadas. A veces visible, otras silenciosa, convive con la vida cotidiana bajo distintos nombres: trabajos, limpiezas, ayudas espirituales. Persiste porque responde a una necesidad humana básica: buscar sentido y control cuando la razón no alcanza. Entre la fe sincera, la sugestión emocional y el intercambio económico, la macumba sigue circulando en el imaginario colectivo. Para algunos, como creencia respetable; para otros, como superstición. Para muchos, simplemente como una historia más… hasta que alguien jura que funcionó.

 

LA MIRADA DESDE ADENTRO: 
“LA MACUMBA NO ES DAÑO, ES CEREMONIA”
Para equilibrar el imaginario popular con la voz de quienes practican estas religiones, vale escuchar a quienes conocen la macumba desde adentro. Jorge de Ogún, Pai de Santo del reino de Ogum y de AlléOgundiré, referente de un terreiro en Salto, explica que el término “macumba” suele ser utilizado de manera genérica —y muchas veces peyorativa— para nombrar rituales vinculados a religiones afro-umbandistas y afroamerindias. “Culturalmente, en el imaginario de la gente, la palabra macumba está asociada a algo negativo”, señala. Sin embargo, aclara que en su sentido más preciso refiere a ceremonias donde el tambor y otros instrumentos religiosos son centrales, y donde se expresan prácticas espirituales vinculadas al animismo y a los cultos de posesión. Desde la perspectiva religiosa, la macumba no es un fin en sí mismo, sino una herramienta ritual. “Dentro de la religión se utiliza para canalizar pedidos de salud física, mental y espiritual, apertura de caminos, equilibrio y bienestar”, explica el Pai. Por eso, dentro de los terreiros rara vez se habla de “hacer una macumba”, sino de realizar una ceremonia religiosa donde ese componente está presente. Consultado sobre la posibilidad de hacer daño, su respuesta introduce un matiz interesante: las religiones afro reconocen la existencia de energías positivas y negativas, pero el daño —dice— no proviene del mundo espiritual, sino de las acciones y pensamientos humanos. 
 

 

CUANDO LA MACUMBA SE USA PARA HACER EL MAL
Dentro del imaginario popular, una de las caras más inquietantes de la macumba es su uso con fines negativos: provocar daño, enfermedad, rupturas, ruina económica o desgracias personales. Es la versión que más circula en relatos populares, la que alimenta el miedo y la que suele ocupar el centro del discurso crítico. En la práctica, estos trabajos “para hacer el mal” funcionan bajo la misma lógica simbólica que los rituales de protección o atracción, pero con una intención opuesta. Se apela a la idea de interferir en la vida del otro, de “atar”, “bloquear”, “ensuciar” o “cortar caminos”. Los elementos cambian de sentido: colores oscuros, objetos personales, nombres, fotografías, restos orgánicos o símbolos asociados a la ruptura y al conflicto. Para quienes creen, el daño es real y tiene consecuencias concretas. Para quienes observan desde una mirada racional, el efecto suele explicarse por la sugestión: el miedo, la culpa o la creencia de haber sido “trabajado” pueden generar angustia, conductas defensivas, conflictos interpersonales e incluso síntomas físicos. El mal, en ese caso, no vendría del ritual, sino del impacto psicológico que produce la creencia. Existe, además, una dimensión ética difícil de soslayar. Aun dentro de prácticas espirituales más estructuradas, el uso de rituales para dañar a otro suele estar explícitamente condenado.