Por el Padre Martín Ponce De León
Por “lugar teológico” se debe entender que Dios continúa revelándose en la historia actual.
La revelación es la manifestación de Dios en su esencia.
Lo primero que viene a nuestra mente cuando utilizamos tal expresión es que la revelación de Dios está viva y se continúa realizando.
Es evidente que la revelación de Dios está plena y culminada en Jesús pero continúa dándose en nuestro hoy para que lo podamos descubrir y experimentar más plenamente.
Con Jesús, puede sucedernos, que nos quedemos en la letra de sus relatos o en las palabras que nos manifiestan sus signos y nos olvidamos de llegar a lo esencial de su persona y su propuesta.
Hay gente que cree conocer a Jesús porque saben de memoria diversos textos que hablan de Él.
Por ello es que Dios continúa manifestándose para que podamos llegar a lo que es verdaderamente esencial y para ello se vale de diversos lugares teológicos.
Los lugares teológicos que dicen de Dios no son, casualmente, lugares en el sentido más restringido que le podamos ofrecer a la expresión.
Dichos lugares suelen ser realidades llenas de vida y que dicen de la misma.
Son lugares donde se desarrolla la vida y donde la vida busca realizarse en plenitud.
Son lugares donde se mezclan las luces con las sombras y los éxitos con las desilusiones.
Dios nunca se nos impone sino que siempre es un alguien al que se debe descubrir.
Él jamás avasalla nuestra libertad por ello su manifestación es un ejercicio de la misma.
En la búsqueda de las manifestaciones de Dios puedo equivocarme en el uso de mi libertad por ello no debo temer cometer errores.
Así como puedo equivocarme siempre he de tener la posibilidad de rehacer mis opciones.
Así como me equivoco tendré la oportunidad de reconocer mi error y cambiar.
La búsqueda de Dios no es para los perfectos sino para los necesitados.
No hay nada peor que creer que ya no es necesario continuar buscando porque ya se ha llegado.
Quien así lo experimenta ya no tiene más necesidad de Dios porque ya culminó su camino y Dios ha venido, en la persona de Jesús, en aquellos que se descubren con necesidad de Él.
Los lugares teológicos no hacen otra cosa que poner de manifiesta la condición fundamental del cristiano que es ser buscadores.
Esto lo ponen bien de manifiesto los evangelistas cuando nos hacen el relato de la oveja perdida. A las que “no necesitan convertirse” las deja para ir en búsqueda de aquella que se apartó del resto, de aquella que salió a buscar fuera de la majada.
Es que Dios no nos quiere “majada” sino personas que se construyen en libertad y con osadía.
Uno de los lugares teológicos predilectos de Dios (así nos lo muestra Jesús) son los pobres. Entendiendo por ellos a aquellos que poseen alguna necesidad o alguna carencia.
Siempre se ha dicho que pobre es aquel que posee alguna carencia.
No podemos limitarnos a lo material sino que debemos ver la pobreza en el sentido pleno de la expresión.
Ello se hace más notorio en aquellos que, por diversas razones de la vida, a necesidades interiores añaden necesidades exteriores.
En ellos las realidades interiores solamente se pueden atender después de resolver las exteriores y ello hace que nuestro acercamiento a ese lugar teológico implica un compromiso bien concreto.
La verdadera evangelización comienza por una auténtica humanización y esto es algo que con mucha facilidad olvidamos o no tenemos en cuenta.
Lugar teológico es un algo donde debemos introducirnos con el corazón abierto para no dejar la capacidad de escuchar y aprender.
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