Por el Padre Martín Ponce De León
Resulta inexplicable pero es una realidad.
Todo podría ser mucho más fácil y más conforme a sus deseos.
Bastaba su determinación y todo hubiese sido muy diverso a lo que sucede.
No solamente quiso que el ser humano fuese libre sino que, también, deseo el hombre colaborase, desde esa libertad, en la implantación de su Reino.
Si se dejase guiar por nuestras conductas muchas veces se habría desanimado y hubiese abandonado su propósito inicial.
Desanimado por nuestras mediocres colaboraciones se habría retirado del proyecto primero. Todo habría quedado en nuestras posibilidades y el caos sería mucho mayor.
Así como no se arrepiente de la libertad regalada a los humanos tampoco se arrepiente de querer contar con la colaboración de ellos para la implantación de su Reino.
Por ello es que podemos afirmar que uno de los fundamentos de dicho Reino son la libertad y el respeto.
Continúa llamándonos por nuestro nombre (por lo que somos) para que colaboremos con Él desde nuestra libertad y convicción.
No es un llamado donde tenemos la posibilidad de una única respuesta. Nuestra respuesta es un prolongado ejercicio de nuestra libertad. A diario debemos renovar nuestra disponibilidad a colaborar con Él.
Cuando a nuestra respuesta la cargamos de rutina no hacemos otra cosa que empobrecer a la misma. La misma siempre debe estar plena de la frescura de lo nuevo.
Nos llama por nuestro nombre y ello implica la realidad de que nos conoce y, por ello, no le han de asustar nuestras debilidades puesto que sabe de ellas.
Nos llama porque confía en nuestras capacidades pero sabiendo nuestras debilidades y que las mismas se harán presentes en nuestro intento de respuesta.
No nos llama porque somos perfectos y jamás habremos de equivocarnos. Cuenta con que lo haremos pero como nos ama confía en nuestras posibilidades.
Todo lo suyo es un ejercicio de amor para con nosotros.
Lo nuestro es un prolongado proceso cargado de intentos donde los aciertos y los errores caminan de la mano.
“Hoy estoy dispuesto a colaborar con Vos” debería ser nuestra oración de cada comienzo de jornada.
Ello implica estar atento para poder descubrir lo que nos pide y estar dispuestos a intentar hacerlo realidad desde lo que somos.
Cada día nos pide algo y debemos estar en sintonía con Él para poder saber lo que ello es. La nuestra no es una tarea establecida y que podemos realizar con automatismo.
El colaborar con Dios no es como puede ser la automática tarea que podemos realizar al borde de una cinta transportadora.
Lo de Dios pasa por lo de los hombres y se manifiesta en lo de los humanos.
Cuando nos disponemos a colaborar con Dios todo lo nuestro debe estar en esa disponibilidad. Siempre nos involucra en todo lo que somos y desde todo lo que somos.
Cuando nos disponemos a colaborar con Dios debemos tener muy en claro que nuestro actuar no puede ser distinto al suyo. No es una cuestión de imposiciones sino de propuestas. No es una cuestión de masas sino algo que debe personalizar.
Dios no se mueve por recetas prefabricadas. A cada uno nos trata como lo que somos.
Nos hizo diversos para que nunca perdamos esa originalidad que nos caracteriza y nos hace ser quienes somos.
Resulta inexplicable pero es una realidad.
Lo suyo es un grito de amor que debe resonar en nuestro interior y motivar una respuesta de amor.
Dios no quiere nuestro miedo ni nuestra resignación sino que quiere la libertad de nuestro amor que se hace respuesta.
Para humanizar nuestra realidad Dios no ha querido dejarnos de lado sino que nos llama y nos invita a que colaboremos con Él.
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