Carlos Molins fue campeón nacional con Salto, en un histórico título de la Roja de la ‘S’ en 1957, pero el año pasado consiguió una medalla mundial defendiendo nada menos que a Uruguay en un U80. Lamentablemente este año se suspendió el Panamericano de esta categoría y mientras se espera confirmacón de nueva fecha desde Montevideo habló conCAMBIO.
– Un gusto como siempre estar en contacto con ustedes. Les cuento que se postergó el Panamericano y hay que esperar nueva fecha.
– ¿Qué les quedó del Mundial del año pasado?
– Fue un viaje inolvidable que hicimos a fines de agosto del año pasado. Se jugó en Helsinski (Finlandia), donde tuvimos el gusto de vestir la camista celeste de la selección U80 de Uruguay en un mundial donde enfrentamos a monstruos como Estados Unidos y Rusia, la selección local también estaba bien conformada, al igual que Brasil y otras selecciones poderosas, reconocidas en el mundo por destacarse en el baloncesto.
– ¿En la cancha cómo lo vivieron?
– Con Estados Unidos perdimos ahí, sobre el final. Eran un equipo bien trabajado físicamente, que nos mató con la altura, más que nada la altura, tipos con 1.95 y 2.02 metros, que nos ganaban en muchos centímetros de diferencia, pero la peleamos hasta el final. Después fue con Rusia, otra gran selección que presionaba en toda la cancha y que al igual que Estados Unidos, permanentemente su entrenador cambia de quinteto, y eso nos liquidaba, pero nunca como buenos orientales bajamos la cabeza, nunca nos entregamos, dejando en alto el prestigio del básquetbol uruguayo. Al final con Rusia terminamos perdiendo por un punto, increíble, estuvimos muy cerca de ganarle a una potencia pero se nos escapó ahí en los segundo finales.
– ¿Qué fue lo mejor de todo el torneo?
– El orgullo más grande fue recibir una medalla (cuarto lugar). Que me colgaran una medalla que me la gané representando a mi país fue lo más grande, y otra cosa, en la misma estaba grabada, «orientales la patria o la tumba, libertad o muerte»; algo que no tiene explicación la emoción que sentí en ese momento. Espero se vuelva a repetir ahora en noviembre cuando podamos jugar en Argentina.
– ¿La gesta más grande sigue siendo la del 57′?
– Siempre les he contado sobre lo que significó haber gando en Paysandú aquel Campeonato Nacional con la Roja de la “S”, en una cancha abierta, con tableros de madera dura, cancha de bitumen y pelota de cuero. Fueron momentos inolvidables de mi vida junto al básquetbol que tanto quiero. Pero les voy a contar otro momento vivido con el básquet, como lo fue haber ganado con el Liceo IPOLL el Campeoanto Nacional en Montevideo, o sea mi primer Nacional. Eso pasó en el año 1954, en setiembre. El técnico era el recordado Diego “Vasco” Coumas. Al quinteto lo componíamos: “Paisano” Crecionini, “Chaplín” Arruabarrena, “Lucho” Mastandrea, “Chumbo” Malvasio y yo. Las semisfinales, o sea cuando quedaron cuatro liceos, las jugamos en Montevideo en cancha de Bohemios, la única en aquel entonces que era cerrada y techada. Jugamos todos contra todos. El primer partido nos tocó el Liceo Zorrilla de Montevideo, con toda la presión de los montevideanos que fueron a alentar a los suyos, y del otro lado la gente del interior, que hay que decirlo, nos apoyó a nosotros, y les ganamos muy bien. Después venía otro equipo duro como Río Negro, para jugar el último partido con Florida, que no fue fácil pero logramos salir campeones nacionales con el IPOLL de Salto.
– Muchos amigos ha dejado el deporte.
– Un montón. Un saludo grande a mis amigos de toda la vida que me van quedando por ahí, ‘Tarico’ Cordero, ‘Sopa’ Albisu, Ado Pereira, a todos los salteños y el interior, porque vivo en Montevideo los recuerdo siempre, como el azahar y las cascadas de Salto Chico. A todos quiero decirles que se cuiden, que se queden en sus casas, que la salud es lo más importante y que esto va a pasar, como todo, pero al coronavirus lo vencemos entre todos, haciendo cuarentena, la única manera de radiarlo es manteniéndonos aislados.