Por Gerardo Ponce De León
Una persona, charlando con ella, en un momento de la misma se “quebró”, y se puso a llorar. Enseguida me dice: “No puedo llorar, porque soy fuerte”, a lo que le dije: llorar no es señal de flaqueza, sino que sirve para limpiar la vista y ver mejor las cosas. ¿Por qué traigo este hecho, cotidiano y real? Dado que parece mentira que un virus invisible, muy pequeño, nos está haciendo “llorar” y hemos comenzado a ver las cosas, a las cuales ni veíamos o no queríamos ver.
Hemos empezado una nueva etapa, la cual comienza con la presencia agresiva del virus y va a continuar o tendría que continuar de otra forma, luego de todas las secuelas que nos deje. Me decía un señor, el cual pasó aislado, con su señora 17 días por tener sospechas y protegerse ya que venían de un viaje y compañeros del mismo habían dado positivo, frente a mi pregunta de cómo estaban que habían vuelto los nietos a vivir con ellos. Los chiquitos son parte de la vida de esos abuelos jóvenes.
No quiero ser reiterativo y el escrito anterior lo hice en base a la valoración, y acá quiero llegar a que, con llanto o sin él, con nietos o sin ellos, tenemos que llegar a descubrir en el ser humano, ese que está a mi lado, en aquellos que luchan en un Hospital o Sanatorio, desde el lugar que les tocó estar (médico o limpiador), el que tiene que cuidar el orden, el que lleva la leche del tambo a la industrializadora, el cajero de un supermercado, el barrendero de la calle, el que cosecha una lechuga y la envía al mercado, en el que revuelve una olla para darle de comer a quien lo necesita, porque si se quiere, no ha colapsado la salud, gracias a Dios, aún, pero creo que la parte de alimentación, se vio superada y quien ha aparecido: LA SOLIDARIDAD.
Hemos visto o aprendido que el hambre puede matar mucho más y que mata, que el Covid-19, y aún que nos cueste aceptarlo no lo queríamos ver. ¿Alguien lo miraba como una pandemia? y si hablamos del cáncer, que nos preocupa cuando llega. Pero no hay que ir muy lejos, y “los viejitos” que están abandonados, ¿Cuántos nos olvidamos de ellos? La pandemia que hay y se llama en nuestro país “cárcel”. En todos los casos sea positivo o negativa, nuestra visión de los mismos, tenemos que llegar a descubrir a nuestro prójimo que no es otra cosa que ver a Cristo en cada uno de ellos.
Ver a Cristo en cada uno de los nombrados en nuestro escrito esperando que tengamos todos la virtud de verlo presente a Él de que como enseñanza de este microscópico “bichito”, aprendamos a valorar todo lo que se tiene, incluyendo al que está a mi lado.
Hoy está fresquito, lo vemos, lo palpamos y lo sentimos, por eso nos duele y nos preocupamos por las noticias y en forma rara por miedo nos envuelve un deseo de saber la tecnología nos apabulla con informaciones, que mascarilla, que no que guantes, que no es un volver a cada maestro con su librito. Pero todo esto no tiene ningún valor si no aprendemos a ver al ser humano.
¿No será que este “bichito”, vino por favor no para quedarse, sino para despertarnos? Que nos hacía falta un freno de mano, llorar para ver mejor la realidad para parar tanta violencia, que no se iba a ver un juego deportivo por temor a no volver o ser lastimado, el apego a lo material el deseo de tener, la importancia de la marca, no se, hay tantas cosas que hemos perdido ¿No será tiempo de encontrarlas? Ese tiempo, ese freno de mano, el desapego, la valoración, está en una persona que nos lo enseña con su forma y vida: CRISTO.
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