Por el Dr. César Suárez
Yo ingresé a la Facultad de Medicina en mil novecientos sesenta y nueve en tiempos muy convulsivos al punto que como todo curso lectivo que debía comenzar en marzo se retrasó hasta julio de ese año, para mí era un mundo totalmente nuevo, yo me había criado en mi niñez y hasta el inicio de mi adolescencia en la campaña, en la mitad de la casi nada y había iniciado mi educación formal en una escuela rural que quedaba a dos kilómetros de mi casa, distancia que transitaba a pie de lunes a viernes en épocas de clases.
Mi primer gran salto fue al terminar primaria, iniciar mi educación secundaria en la ciudad para lo que tenía que viajar diariamente treinta kilómetros en un ómnibus lechero que debía detenerse no menos de cincuenta veces en cada viaje a recoger pasajeros, tarros lecheros y encomiendas.
Confieso a que a esa edad y en los primeros años, hacía lo mínimo necesario para cumplir con las exigencias curriculares, recién al llegar a cursar bachillerato asumí seriamente el compromiso que exigían los cursos. Después vino el gran salto, ingresar a la facultad junto a tres compañeros egresados del bachillerato y setecientos más provenientes de todo el país y algunos del extranjero, era otro mundo, toda gente nueva, desconocida para mí pero tuve la oportunidad de hacer innumerables amigos a los que siempre recuerdo, muchos que veo seguido porque ejercen en Salto y otros con el que nos solemos juntar periódicamente en las reuniones de la generación sesenta y nueve, la última, hace un año cuando cumplimos cincuenta años de nuestro ingreso.
De todo el grupo que ingresó ese año, la mitad terminamos por recibirnos de médicos, muchos quedaron por el camino por diversos motivos pero muchos a consecuencias de motivos políticos en épocas de la dictadura, por estar presos, exiliados y algunos muertos o desaparecidos y otros excluidos por razones políticas.
Yo, como muchos compañeros tenía militancia gremial en la Asociación de Estudiante de Medicina a la que la dictadura inhabilitó luego que cerró la Universidad y poco tiempo después fue conducido a un cuartel donde me tuvieron retenido más de cuatro meses y ahí me encontré con varios conocidos, algunos con acusaciones mucho más severas.
Entre los que ahí estaban me encontré con mi compañero y entrañable amigo Iasha Sznajder, que tenía la particularidad de ser extranjero, nacionalizado uruguayo pero extranjero al fin para la xenofobia de la dictadura y a él le fue mucho peor que a mí, fue procesado con una condena de veinte meses y deportado directamente al extranjero luego de treinta meses de prisión. Lamentablemente no volví a saber de él hasta hace una semana.
Como grupos humanos, en la generación sesenta y nueve tenemos un grupo de whats App donde sabemos noticias y mágicamente aparece una referencia de mi amigo Iasha Sznajder, hago una búsqueda en internet con pocas esperanzas de encontrar algo y milagrosamente me encuentro que había concluido su carrera de médico, se había especializado en enfermedades pulmonares y terminó siendo catedrático de especialidad en Chicago como Jefe de la División de Enfermedades Pulmonares y Medicina Crítica de la Universidad de Northwestern,
Envié un correo electrónico a la dirección de dicha universidad donde se desempeña solicitando un contacto y vaya sorpresa, un día después recibí una llamada telefónica de mi amigo luego de cuarenta y seis años que no lo veía, tuvimos una video conferencia y nos pusimos parciamente al día con las historias de cada uno recordando innumerables anécdotas de aquellos tiempos, puede saludar a su esposa Elena, la que era novia en aquel entonces y saber que estaba bien y que sigue trabajando en el área de investigación de enfermedades pulmonares.
Con esta conversación tuve la oportunidad de enterarme de todo sus itinerario.
Sus padres habían sido víctima del holocausto judío, había tenido que emigrar desde Polonia y Moldava, a Rusia a Francia y a los once años inmigrar al Uruguay y quince años después ser deportado de nuestro país, fue acogido por Israel donde se graduó, se especializó hasta que recibió una beca para seguir su especialización de Chicago donde terminó por quedarse hasta ocupar la jefatura de la cátedra.
Internet me devolvió un amigo entrañable de hace tantos años, lo único que lamento es no haberme “avivado” antes de haber hecho la búsqueda, aunque nunca es tarde para recibir una alegría de este tamaño y disfrutar de nuevo de tan entrañable amistad acuñada en tiempos revueltos.
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